EL INTERROGATORIO DE CHRISTIAN RAKOWSKY
Unas palabras previas.
Reproducir aquí, al final de la serie”Marxismo”, el interrogatorio de Rakowski tiene un sentido.
Los Teóricos, los políticos y las bases del marxismo están inmersos en esos tres aspectos “especializados”del Marxismo.
Perdidos cada cual en su
especialidad desatienden la visión de conjunto, la Lucha por el verdadero Poder
La visión del conjunto es, que el Marxismo ( Como cualquier otra ideología), es un HERRAMIENTA, una herramienta que en ocasiones utilizan las personas más insospechadas para las cosas más insospechadas.
Es desde ese punto de
vista el que se debe leer lo que sigue. Es un texto lo bastante largo
como para que muchos se pierdan, otros muchos ni podrán comprenderlo.
Christian Rakowski, (Кръстьо Раковски en búlgaro) destacado dirigente comunista de origen rumano-búlgaro. Era un colega de Trotsky y suponemos de sus financieros yanquis ( vease...)
03-02 @AnunnakiBot EL MITO FUNDACIONAL DEL MARXISMO TRIUNFANTE (Con perdón) https://anunnakibot.blogspot.com/2021/01/03-02-anunnakibot-el-mito-fundacional.html#more
El caso es que...
En 1938, Christian Rakowski fue uno de los principales acusados del Juicio de los Veintiuno, que lo condenó a veinte años de cárcel.
Pero Christian Rakowski fue fusilado el 11 de septiembre de
1941 por orden de Stalin en los bosques de Medvédev a las
afueras de Oriol, junto con otros 154 prominentes prisioneros
políticos. Tres meses después, de la invasión Alemana de la URSS
Al "presunto" interrogatorio, "como no podía ser de otra manera", se le ha etiquetado como una teoría de la Conspiración. Lo interesante es leerlo.
La parte donde habla de Marx lo hace desde un punto de vista "novedoso". Más cercano a lo que Marx hablaba con Baruch Levi.
En otro de sus momentos describe como lo "verdaderamente revolucionario" es el Capitalismo. Revolucionario en el sentido estricto de destrucción Social a la que se encamina, pero no de un modo inconsciente, sino plenamente planificado El "Ordo ab Chaos" ¿Les suena?
El interrogatorio a Rakowsky lo realiza Gabriel Díaz, un chileno del Kominter al servicio de Stalin, y que utilizaba el nombre de Gabriel G. Kuzmin.
El doctor Landowsky asiste al interrogatorio para suministrar tranquilizantes a Rakowsky. El sonido del interrogatorio fue registrado y se desarrolló en francés, idioma que desconocía el técnico de grabación, pero que sí era conocido por el doctor Landowsky, por Gabriel y por Rakowsky.
Posteriormente el doctor Landowsky escribió lo que se dijo, hizo tres copias, dos para Gabriel y una que se guardó en secreto para sí mismo.
Lo reproduzco a continuación.
INTERROGATORIO DEL ACUSADO CRISTIAN GUEORGUIEVICH RAKOVSKI POR G.G.K. EN EL DÍA 26 DE ENERO DE 1938
G.
Según convinimos en la Lubianka, he solicitado el brindarle una última
oportunidad; su presencia en esta casa le indica que lo he conseguido.
Veamos si nos defrauda.
R. No lo deseo ni lo espero.
G. Pero
antes, una advertencia de caballero. Ahora se trata de la pura verdad.
No de la verdad oficial, esa que ha de resplandecer en el proceso a la
luz de confesiones de todos los acusados. Algo que, como sabe usted, se
subordina por entero a la razón política, a la razón de estado, como se
diría en Occidente. Los imperativos de la política internacional nos
harán ocultar la verdad total, la verdad verdadera...Será lo que sea el
proceso, las naciones y las gentes conocerán lo que deban conocer...,
pero el que debe saberlo todo, Stalin, lo ha de saber... Ahora bien: sus
palabras aquí, sean como sean, no pueden agravar su situación. Sabe que
no admite agravación. Solo pueden producir efectos a su favor. Puede
ganar su vida, en este momento ya perdida. Dicho esto, vamos a ver:
todos vosotros vais a confesar que sois espías de Hitler a sueldo de la
Gestapo y del O.K.W. ¿no es así?
R. Sí.
G. ¿Y sois espías de Hitler?
R. Sí.
G. No, Rakovsky, no. Diga la verdad verdadera no la procesal.
R.
No somos espías de Hitler; odiamos a Hitler tanto como pueda odiarlo
usted, tanto como pueda odiarlo Stalin; acaso más aún. Pero la cosa es
muy complicada...
G. Le ayudaré...Acaso yo sepa también algo. Vosotros los trotskistas, tomasteis contacto con el estado mayor alemán. ¿No es así?
R. Sí.
G. ¿Desde cuándo?
R. No sé la fecha exacta; pero no mucho después de la caída de Trotsky. Desde luego antes de la tomar Hitler el poder.
G. Entonces, exactamente, no sois unos espías personales de Hitler ni de su régimen.
R. Exacto; ya lo éramos antes.
G. ¿Y con qué fin?...¿Con el fin de regalarle una victoria y unos territorios rusos a Alemania?
R. No, de ningún modo.
G. Entonces, como espías vulgares, ¿por dinero?
R.
¿Por dinero?... Ninguno hemos recibido ni un marco de Alemania. No
tiene bastante dinero Hitler para comprar, por ejemplo, a un Comisario
de Asuntos Exteriores de la URSS, que tiene a su libre disposición un
presupuesto mayor que las fortunas de Ford, Morgan y Valderbilt juntas,
sin obligación de justificar sus inversiones.
G. Entonces ¿por qué razón?...
R. ¿Puedo hablar con entera libertad?...
G. Se lo ruego, a eso le invité.
R.
¿Es que Lenin no tenía una razón superior al recibir la ayuda de
Alemania para llegar a Rusia? ¿Se han de aceptar las calumnias que
fueron lanzadas entonces contra él? ¿No le llamaron también espía del
Käiser?... Su relación con el Emperador y la intervención alemana para
que llegasen a Rusia los bolcheviques derrotistas, es evidente...
G. Esa verdad o falsedad son extrañas a la cuestión...
R.
No, permítame terminar...¿Es o no cierto que la acción de Lenin
benefició en un principio al Ejército alemán?...Permítame...Ahí está la
paz separada de Brest, en la cual se le cedían a Alemania inmensos
territorios de la URSS. ¿Quién proclamó el derrotismo como arma
bolchevique en 1913?...Lenin: me sé de memoria las palabras de su carta a
Gorki: <>... Como ve usted, nosotros, los llamados
trotskistas, los inventores del derrotismo en 1905, que luego profesa
Lenin en 1913, seguimos hoy aquella misma línea. La línea de Lenin...
G. Con una ligera diferencia Rakovsky: que hoy existe en la URSS el socialismo y no un Zar.
R. ¿Cree usted?
G. ¿En qué?
R. En la existencia del socialismo en la URSS.
G. ¿No es socialista la URSS?
R.
Para mí, tan solo de nombre. Ahí está la verdadera razón de la
Oposición. Concédame, y en pura lógica lo ha de conceder, que
teóricamente, racionalmente, nosotros tenemos el mismo derecho a decir
no que tiene Stalin a decir sí.. Y si el triunfo del Comunismo justifica
el derrotismo, quien estime al Comunismo frustrado o traicionado por el
bonapartismo staliniano, tiene tanto derecho como Lenin a ser un
derrotista.
G. Creo Rakovsky, que su gran estilo dialéctico le hace
teorizar. En público, claro está, yo le argüiría; es bueno, lo
reconozco, su argumento, el único posible, dada su situación; pero creo
que le podría demostrar que solo es un sofisma... Quede para otra
ocasión; ya tendremos una oportunidad... Espero que me conceda la
revancha... Por el momento, solo esto: si su derrotismo, si las derrotas
de la URSS solo tienen como razón la instauración del socialismo, del
auténtico socialismo, según usted, el trotskismo, una vez liquidados sus
jefes y su cuadros, como ya los hemos liquidado, el derrotismo la
derrota de la URSS, ya no tiene objeto ni razón ... La derrota sería hoy
la entronización de un Führer o un Zar fascista ... ¿No es eso?
R. En efecto. Sin adulación, su conclusión es perfecta.
G.
Sí, según creo, lo afirma con sinceridad, ya hemos logrado mucho: yo,
estalinista, y usted, trotskista, hemos remontado un imposible. Hemos
llegado a un punto de coincidencia; coincidimos en que hoy no debe ser
derrotada la URSS.
R. No creía yo, lo confieso, hallarme frente a
persona tan inteligente... En efecto, por ahora, y acaso durante años,
no podemos desear ni provocar la derrota de la URSS, porque hoy, es
cierto, no estamos situados en posición de aprovecharla para la toma del
Poder Mundial. No seríamos nosotros, los comunistas, los beneficiados.
Esta es la situación exacta, y coincido con usted. No puede interesarnos
hoy la destrucción del estado estalinista; y lo digo afirmando a la vez
que este estado es el más anticomunista. Vea si hay en mí sinceridad.
G.
La veo; así es la única manera de llegar a entendernos. Le ruego, antes
de más, una explicación de lo que yo tomo por contradicción: si para
vosotros es el estado soviético el más anticomunista, ¿por qué no
deseáis hoy su destrucción?... Otro cualquiera sería menos
anticomunista; por tanto, menor obstáculo para que vosotros instauraseis
vuestro comunismo puro...
R. No, esa es una deducción demasiado
simplista. Aún siendo el bonapartismo estaliniano tan opuesto al
comunismo como lo fue Napoleón a la Revolución [francesa], es un hecho
evidente que la URSS continúa teniendo aún dogma y forma comunista;
tiene un comunismo formal, no real. Y así como la desaparición de
Trotski permitió a Stalin transformar automáticamente el comunismo real
en formal, la desaparición de Stalin nos permitiría transformar su
comunismo formal en comunismo real. Nos bastaría una hora. ¿Me ha
comprendido?...
G. Sí, naturalmente, nos ha dicho una clásica verdad,
la de que nadie destruye aquello que desea heredar. Ahora bien: todo lo
demás es artificio sofístico. Se basa en un supuesto que la evidencia
repudia; el supuesto anticomunismo estaliniano... ¿Hay propiedad privada
en la URSS?... ¿Hay plusvalía personal? ... ¿Hay clases? ... No
continuaré aduciendo hechos, ¿para qué?...
R. Ya he concedido la existencia del comunismo formal. Todo eso que cita son meras formas.
G. ¿Sí?...¿Con qué fin?...¿Por un capricho banal?...
R.
No, desde luego. Es una necesidad. La evolución materialista de la
historia es imposible detenerla; todo lo más se la frena ... ¡Y a qué
costa!... A costa de aceptarla en teoría para frustrarla en la práctica.
Es tan invencible la fuerza que lleva a la Humanidad al Comunismo, que
solo esa misma fuerza torcida, oponiéndose a sí misma, pueden lograr
disminuir la velocidad de la evolución; más exactamente, disminuir el
avance de la revolución permanente...
G. ¿Un caso?
R. Hitler, el
más evidente. Él ha necesitado del socialismo para vencer al socialismo.
De ese su socialismo antisocialista que es el Nacional-Socialismo.
Stalin necesita de un comunismo para vencer al comunismo. De ese su
comunismo anticomunista que es su Nacional-Comunismo... El paralelo es
evidente...Pero a pesar del antisocialismo hitleriano y a pesar del
anticomunismo estaliniano, ambos, a su pesar, contra su voluntad
objetivamente, trascendentalmente, hacen Socialismo y Comunismo...,
ellos y muchos más. Quieran o no quieran, lo sepan o no lo sepan,
construyen un Socialismo y un Comunismo formal que nosotros, los
comunistas de Marx, hemos fatalmente de heredar...
G. ¿Heredar?... ¿Heredar quién?... La liquidación del trotskismo es absoluta.
R.
Aunque usted lo dice no lo cree. Por gigantescas que las purgas sean,
nosotros los comunistas sobreviviremos. No todos los comunistas están al
alcance de Stalin, por muy largos que sean los brazos de su Ochrana.
G.
Rakovski, le ruego y si es necesario se lo mando, que se abstenga de
hacer alusiones ofensivas... No abuse de su "inmunidad diplomática".
R. ¡Yo plenipotenciario! ¿Embajador de quién?...
G. Precisamente, de ese inalcanzable trotskismo si así acordamos llamarle...
R.
Del trotskismo a que usted alude, yo no puedo ser su diplomático; no me
ha concedido su representación, ni me la he tomado yo, es usted quien
me la da.
G. Empiezo a confiarme. Anoto en su haber que al yo aludir a
ese trotskismo no me ha negado su existencia. Ya es un buen principio.
R. ¿Y cómo negar?... He sido yo quien ha hecho la mención.
G.
Reconocida la existencia de un trotskismo muy particular, por mutua
conveniencia, yo deseo que usted me haga ciertas sugerencias tendentes a
explotar la coincidencia señalada.
R. En efecto, cuanto estime
pertinente, pero por propia iniciativa, sin asegurar que sea siempre el
exacto pensamiento de "Ellos".
R. Hemos convenido que, por ahora, no puede interesar a la Oposición las
derrotas y la caída de Stalin, por hallarnos en la imposibilidad física
de reemplazarlo. Es en lo que coincidimos ambos. Ahora un hecho
indiscutible. El atacante en potencia existe. Ahí está ese gran
nihilista, Hitler, apuntando la peligrosa pistola de la Wehrmacht contra
todo el horizonte. Queramos o no, ¿disparará contra la URSS?...
Convengamos que para nosotros esa es la decisiva incógnita... ¿Estima
usted bien planteado el problema?
G. Está bien planteado. Ahora bien: para mí no tiene ya incógnita. Estimo infalible el ataque hitleriano a la URSS.
R. ¿Por qué?
G. Sencillamente porque así lo dispone quien manda en él. Hitler solo es un condotiero del Capitalismo internacional.
R. Le concedo la existencia del peligro; pero de ahí a proclamar como infalible su ataque a la URSS media un abismo.
G.
El ataque a la URSS lo determina la esencia misma del fascismo; además,
lo impulsan a él todos los estados capitalistas que le han autorizado
su rearme y la toma de todas las bases económicas y estratégicas
necesarias. Es la evidencia misma.
R. Olvida usted algo muy
importanye. El rearme de Hitler y las facilidades e inmunidades que le
dieron hasta hoy las naciones de Versalles, fíjese bien, se las dieron
en un período singular..., cuando la Oposición aún existía, cuando aún
podíamos heredar a un Stalin derrotado...¿Estima el hecho casual o mera
coincidencia temporal?...
G. No veo ninguna relación entre que
permitieran las potencias de Versalles el rearme alemán y la existencia
de la Oposición...La trayectoria del Hitlerismo es una trayectoria clara
y lógica en él. El ataque a la URSS se haya de muy antiguo en su
programa. La destrucción del Comunismo y la expansión hacia el Este son
dogmas en Mi Lucha, ese Talmud del nacional-socialismo..., y que vuestro
derrotismo haya querido aprovechar esa conocida amenaza contra la URSS,
es natural dada vuestra mentalidad.
R. Sí, todo eso, a primera vista parece lógico y natural, demasiado lógico y natural para que sea verdad.
G.
Para que no lo fuera, para que Hitler no nos atacase, deberíamos
confiar en la alianza francesa..., y esto sí que sería ingenuidad. Sería
tanto como confiar en que el Capitalismo se sacrificaría por salvar al
Comunismo,
R. Discurriendo sin más nociones políticas que las propias
de un mitin de masas, tiene usted toda la razón. Pero si es usted
sincero hablando así, perdóneme, yo estoy decepcionado; creí más elevada
la cultura política de la famosa policía estaliniana.
G. El ataque
del hitlerismo a la URSS es, además, una necesidad dialéctica; es tanto
como elevar al plano internacional la fatal lucha de clases. Junto a
Hitler, por necesidad, estará todo el capitalismo mundial.
R. Así,
con su dialéctica escolástica, créame, yo me formo una idea más pobre
aún sobre la cultura política del estalinismo. Le oigo hablar como
podría escuchar Einstein a un alumno de liceo sobre la física
cuatridimensional. Veo que solo saben del Marxismo elemental, es decir
lo demagógico y popular.
G. Si no es muy larga y oscura su explicación, le agradecería que me revelase algo de esa “relatividad” o “quanta” del marxismo.
R.
Nada de ironías, estoy hablando animado del mejor deseo. En ese mismo
marxismo elemental, que aún les enseñan en la Universidad estalinista,
puede hallar una razón que contradice su tesis sobre la infalibilidad
del ataque hitleriano a la URSS. Aún les enseñan como piedra angular del
marxismo que la contradicción es la enfermedad incurable y mortal del
Capitalismo...¿no es así?
G. En efecto.
R. Y siendo así, aquejado
el Capitalismo de la contradicción permanente en lo económico, ¿por qué
no la ha de padecer también en lo político?... Lo económico y lo
político no son entidades en sí, son estados o dimensiones de la entidad
social, y las contradicciones nacen en lo social, repercutiendo en la
dimensión económica o política o en ambas a la vez... Sería un absurdo
suponer falibilidad en lo económico y, a la vez, una infalibildad en lo
político, algo necesario para que sea fatal ese ataque a la URSS que
usted cree absolutamente necesario.
G. Entonces usted fía todo a la
contradicción, a la fatalidad, al error ineludible que ha de padecer la
burguesía que impedirá el ataque de Hitler a la URSS. Yo soy marxista,
Rakovski, pero aquí, entre nosotros, sin escandalizar a ningún
militante, le digo que, con toda mi fe en Marx, no fiaría yo la
existencia de la URSS a una equivocación de sus enemigos..., y creo que
Stalin tampoco.
R. Pues yo sí...No, no me mire así, que no me burlo ni estoy loco.
G. Permítame, por lo menos, tener mis dudas, en tanto no me demuestre su afirmación.
R.
¿Ve usted como tenía yo motivo para calificar de mediocre su cultura
marxista?... Sus razones y reacciones son las mismas que las de un
militante de base.
G. ¿Y no son las verdaderas?
R. Sí, las
verdaderas para el pequeño dirigente, el burócrata y la masa. Las
convenientes para los que sean luchadores de fila... Ellos las deben
creer y repetir al pie de la letra... Escúcheme usted en el terreno
confidencial. Con el marxismo sucede igual que con las antiguas
religiones esotéricas, sus fieles debían saber solo lo elemental y
hasta grosero si se quería suscitar la fe, algo absolutamente necesario,
tanto en religión como en Revolución.
G. No querrá usted revelarme ahora un Marxismo misterioso, algo así como una masonería más.
R.
No, nada de esoterismos. Al contrario, se lo presentaré con meridiana
claridad. El marxismo, antes que sistema filosófico, económico y
político, es una conspiración para la Revolución. Al ser la Revolución
para nosotros la única realidad absoluta, filosofía, economía y política
son verdad en tanto y cuanto llevan a la Revolución. La verdad
intrínseca, subjetica llamémosla así, en la filosofía, economía y
política y hasta en la moral no existe; será verdad o error en
abstracción científica; pero al ser para nosotros subordinadas a la
dialéctica de la Revolución -únicamente realidad y, por tanto, la única
verdad-, para todo auténtico revolucionario, como lo fue para Marx, ha
de ser así, debiendo obrar en consecuencia. Recuerde usted aquella frase
de Lenin cuando alguien le dijo como argumento que su intento se oponía
a la realidad: “Lo siento por la realidad”, respondió. ¿Cree usted que
Lenin dijo una sandez? No, para él, toda realidad, toda verdad, era
relativa, frente a la única y absoluta: la Revolución. Marx fue genial.
Si su obra solo fuera una crítica profunda del capital, ya sería una
labor científica sin par; pero donde alcanza la categoría de obra
maestra es como creación irónica. “El comunismo -dice- ha de triunfar,
porque le dará el triunfo su enemigo, el capital”. Tal es la tesis
magistral de Marx...¿Cabe más grande ironía?... Para ser creído le bastó
con despersonalizar a Capitalismo y Comunismo, trasmutando el ente
humano en ente de razón, con un arte de prestidigitador maravilloso. Tal
fue su ingenioso recurso para decirle a los capitalistas, que son la
realidad del Capital, que triunfaría el Comunismo por su congénita
idiotez: porque sin idiotez perpetua en el homo economicus, no puede
haber en él la contradicción permanente proclamada por Marx. Lograr que
el homo sapiens se transmute en homo stultum es poseer un poder mágico,
capaz de hacerle descender al hombre en la escala zoológica a su primer
peldaño, al de la bestia. Solo dada la existencia del homo stultum en
esta época del apogeo del Capitalismo puede Marx formular su axiomática
ecuación: Contradicción + Tiempo = Comunismo. Créame, cuando nosotros,
los iniciados, contemplamos una efigie de Marx, aunque sea la que se
ufana sobre la puerta principal de la Lubianca, no podemos reprimir una
carcajada interior, y es que Marx nos contagia; le vemos a él reírse de
toda la Humanidad tras sus barbazas.
G. ¿Será usted capaz de burlarse del más prestigioso sabio de la época?
R.
¿Burlarme yo?... ¡Si es admiración! Para lograr Marx engañar a tantos
hombres de ciencia era necesario que él fuera superior a todos. Ahora
bien, para juzgar a Marx en toda su grandeza, debemos contemplar al Marx
auténtico, al Marx revolucionario, al del Manifiesto. Es decir, al Marx
conspirador, ya que durante su vida la Revolución vivía en estado de
conspiración. No en vano, sus avances y victorias ulteriores los debe la
Revolución a aquellos conspiradores.
G. ¿Niega usted entonces el proceso dialéctico de las contradicciones del Capitalismo en el triunfo final del Comunismo?
R.
Tenga usted la seguridad de que si Marx hubiera creído que la victoria
del Comunismo solo llegaría gracias a la contradicción capitalista,
jamás hubiera nombrado la contradicción ni una sola vez en los miles de
páginas de su obra científico-revolucionaria. Hubiera sido un imperativo
categórico de la real naturaleza de Marx, no científica, sino
revolucionaria. Un revolucionario, un conspirador, jamás revela él a su
adversario el secreto de su triunfo. Jamás le da información; le da
desinformación, como usted sabe hacer en la contraconspiración, ¿no es
así?
G. Pero, en fin, llegamos a la conclusión, según usted, de que no hay
contradicciones en el Capitalismo, y que si Marx las señala, solo es
como recurso estratégico revolucionario…¿No es esto?...Pero las
contradicciones colosales, en ascenso constante, del Capitalismo ahí
están…A que ahora resulta que Marx mintiendo dijo la verdad…
R. Es
usted peligroso como dialéctico cuando rompe usted el freno de la
dogmática escolástica y da rienda suelta a su propio ingenio. En efecto,
Marx dijo la verdad mintiendo. Mintió al proclamar el error, la
contradicción, como “constante” de la Historia económica del Capital y
al declararla “natural y fatal”, ahora bien: a la vez dijo la verdad, ya
que sabía que las contradicciones se producirían y aumentarían en
progresión creciente hasta llegar a su apogeo…
G. Entonces…, resulta usted antitético.
R.
No hay antítesis. Marx engaña por razón táctica, sobre el origen de las
contradicciones del Capitalismo, no sobre su evidente realidad. Marx
sabía como se producían, como se agudizarían y cómo llegarían a crear la
anarquía total de la producción capitalista, como prólogo del triunfo
de la Revolución comunista…Sabía que ocurrirían porque conocía él a los
que las producían.
G. Es una novedad extraña el venir ahora a
descubrir que no es la esencia y ley innata del Capitalismo la que lo
lleva a “matarse a sí mismo”, como dijo en frase feliz, ratificando a
Marx, un economista burgués, Schmalenbach. Pero me interesa, me
interesa, si por ahí llegamos a lo personal.
R. ¿No lo había usted
intuido?...¿No advirtió usted cómo en Marx se contradicen la palabra y
la obra?...Él proclama la necesidad, la fatalidad de la contradicción
capitalista, evidenciando la plusvalía y la acumulación. Evidenciando
una realidad. A mayor concentración de los medios de producción –discute
con acierto- corresponde mayor masa proletaria, mayor fuerza para
instaurar el Comunismo, ¿no?...Pues bien: a la vez que así lo proclama,
funda la Internacional. Y la Internacional en la lucha de clases diaria
es “reformista”…, es decir, una organización destinada a limitar la
plusvalía y, si puede, a suprimirla. Por tanto, la Internacional es
objetivamente una organización contrarrevolucionaria, anticomunista,
según la teoría marxista.
G. Ahora resulta que Marx es un contrarrevolucionario, un anticomunista.
R.
Ya ve usted cómo se puede explotar una cultura marxista primaria. El
poder calificar de contrarrevolucionaria y de anticomunista a la
Internacional con rigor lógico y doctrinal es no viendo en los hechos
más que su efecto visible e inmediato, y en sus textos, la letra. A tan
absurdas conclusiones, bajo su aparente evidencia, se llega por olvidar
que palabras y hechos están subordinados en el Marxismo a las reglas
estrictas de la ciencia superior a la que sirven: a las reglas de la
conspiración y la Revolución.
G.. ¿Llegaremos, al fin, a una conclusión definitiva?...
R.
Desde luego. Si la lucha de clases en el área económica es, en su
primer efecto, reformista y contraria por ello a las premisas teóricas
determinantes del advenimiento del Comunismo, en su auténtica y real
trascendencia es puramente revolucionaria. Pero, vuelvo a repetir,
subordinándose a las reglas de la conspiración; es decir, a la
disimulación y ocultación de su verdadero fin…La limitación de la
plusvalía y, por tanto, de la acumulación, en virtud de la lucha de
clases, tan solo es apariencia, un espejismo creado para provocar el
movimiento revolucionario primario en las masas. La huelga es ya un
ensayo de movilización revolucionaria. Independientemente de si triunfa o
fracasa, su efecto económico es anárquico. Al fin, este medio para
mejorar el estado económico de una clase es en sí un empobrecimiento de
la economía general; sea cual sea el volumen y el resultado de una
huelga, ésta es una merma en la producción. Efecto general: más miseria,
de la cual no se libra la clase obrera. Ya es algo. Pero no es el único
efecto, ni siquiera el principal. Como sabemos, el fin único de toda la
lucha de clases en el ámbito económico es ganar más y trabajar menos;
traducido a efectos económicos, es consumir más produciendo menos. Tal
absurdo económico –en nuestro léxico, tal contradicción-, inadvertido
por las masas, cegadas de momento por un aumento de salario, es
automáticamente anulado por un aumento en los precios, y si éstos se
limitan por coacción estatal, ocurre igual, la contradicción de querer
consumir más produciendo menos es remediada con otra: la inflación
monetaria. Y así, se provoca ese círculo vicioso de huelga, hambre,
inflación, hambre.
G. Menos cuando la huelga es a costa de la plusvalía del capitalismo.
R.
Teoría, pura teoría. Para entre nosotros, tome usted cualquier anuario
de la economía de un país y divida las rentas y utilidades totales entre
los asalariados y ya verá qué cociente tan extraordinario logra. Es ese
cociente lo más contrarrevolucionario, y debemos guardarlo en el mayor
secreto. Porque si del teórico dividendo restamos los salarios y gastos
de dirección que se producen al suprimir al propietario, resulta casi
siempre un dividendo pasivo para los proletarios. Pasivo en realidad
siempre, si computamos la disminución del volumen y la baja de la
calidad en la provincia. Como usted ve, proclamar que la huelga es
luchar por el bienestar inmediato del proletariado, solo es un pretexto;
un pretexto necesario para lanzarlo al sabotaje de la producción
capitalista; sumando así a las contradicciones del sistema burgués la
del proletariado; doble arma de la Revolución… que, como es evidente, no
se producen por sí mismas, porque hay organización, hay jefes, hay
disciplina y, sobre todo, ninguna estupidez… ¿No puede sospechar usted
que las famosas contradicciones del Capitalismo, de la Finanza
específicamente, son también organizadas por alguien?... Como base de la
inducción, le recuerdo que la Internacional Proletaria en su lucha
económica coincide con la Finanza Internacional, produciendo la
inflación…, y donde hay coincidencia puede haber acuerdo. Son sus
propias palabras.
G. Entreveo un absurdo tan enorme o un intento de
tejer una nueva paradoja, que no quiero ni siquiera imaginar. Parece
como si usted quisiera insinuar la existencia de una especia de
Internacional capitalista, otra Komintern,…, naturalmente opuesta.
R.
Exactamente, al decir Finanza Internacional yo personalizaba igual que
si dijera Komintern; pero al reconocer yo la existencia de una
“Kapintern”, no digo que sea la enemiga…
G. Si pretende usted que perdamos el tiempo con ingeniosidades y fantasías, le debo advertir que ha elegido un mal momento.
R.
¿Acaso me cree usted aquella favorita de las Mil y Una Noches,
derrochando imaginación velada tras velada para salvar su vida?...No, si
estima que divago, es un error suyo. Para llegar adonde ambos hemos
propuesto, si yo no quiero fracasar, debo ilustrarle antes sobre cosas
esenciales, dada su incultura total en lo que yo llamaría “marxismo
superior”. No puedo prescindir de la explicación, porque sé bien que la
misma incultura hay en el Kremlin…Dígame si prosigo…
G. Puede
proseguir, pero le soy leal; si todo resulta luego un mero recreo
imaginativo, su diversión tendrá muy mal epílogo. Queda usted advertido.
R. Prosigo cual si nada hubiese oído. Como usted es un escolástico de El
Capital y quiero despertar sus dotes inductivas, le recordaré algo muy
particular. Advierta con qué agudeza deduce Marx, frente al rudimentario
industrialismo inglés de sus tiempos, todo el futuro y gigantesco
industrialismo contemporáneo: cómo lo analiza y fustiga, cómo pinta al
repulsivo industrial… La imaginación de usted, como la de las masas,
cuando evoca la encarnación humana del monstruoso Capital, lo ven tal y
como lo pintó Marx: un panzudo industrial, puro en boca, eructando
satisfecho y violando a la esposa o a la hija del obrero… ¿No es así?...
A la vez recuerde usted la moderación de Marx y su ortodoxia burguesa
cuando estudia la cuestión moneda. En el dinero no aparecen sus famosas
contradicciones … La finanza, como entidad en sí, no existe para él, y
el comercio y la circulación del dinero son consecuencia del malvado
sistema de producción capitalista, que lo subordina y determina
absolutamente… En la cuestión dinero es Marx un reaccionario; y lo era,
para mayor asombro, teniendo a la vista, llenando toda Europa con un
brillo, aquella estrella de cinco puntas –como la soviética- de los
cinco hermanos Rothschild. Este
hecho, tan enorme, que alucinaba las imaginaciones de la época, pasa
inadvertido para Marx. Algo extraño… ¿No es verdad?... Acaso, de aquella
ceguera tan particular de Marx proceda un fenómeno común a todas las
revoluciones sociales ulteriores. Todos podemos comprobar que cuando las
masas se adueñan de ciudad o nación muestran siempre una especie de
temor supersticioso frente a Bancos y banqueros. Han matado reyes,
generales, obispos, policías, sacerdotes y demás representantes del
odiado privilegio; han saqueado e incendiado iglesias, palacios y hasta
centros de enseñanza; pero, siendo revoluciones económico-sociales,
respetaron la vida de banqueros y han resultado intactos los soberbios
edificios de los Bancos… Según mis noticias, hasta ser yo preso, el
mismo hecho se repite ahora…
G. ¿Dónde?...
R. En España… ¿No lo
sabe?... Pues pregunte usted; y ahora, dígame: ¿no le parece todo muy
extraordinario?... Induzca policía… No sé si habrá usted observado la
extraña semejanza que hay entre la Finanza Internacional y la
Internacional Proletaria. Se diría que una es la contrafigura de la
otra; y, de haber contrafigura, será en la Proletaria, por ser más
moderna que la Finanza.
G.. ¿Dónde ve una semejanza en cosas tan opuestas?
R.
Objetivamente, son idénticas. Si, como ya he demostrado, la Komintern,
secundada por la Reformista y por todo el sindicalismo, provoca la
anarquía de la producción, la inflación, la miseria y la desesperación
de las masas, la Finanza, sobre todo la Finanza Internacional, secundada
consciente o inconscientemente por las finanzas privadas, crea las
mismas contradicciones, pero multiplicadas… Podríamos ya intuir la razón
por la cual Marx encubrió las contradicciones financieras, que a su
aguda visión no pudieron ocultarse, si tuvo en la Finanza una aliada,
cuya acción, objetivamente revolucionaria, era ya entonces de una
trascendencia extraordinaria.
G. Coincidencia inconsciente; no alianza, que presupondría inteligencia, voluntad, pacto…
R.
Si le parece, aplazaremos ese aspecto… Ahora es mejor pasar al análisis
subjetivo de la Finanza, y, aún más, veamos también la personalidad de
sus hombres. La esencia internacionalista del dinero es demasiado
conocida; de tal realidad procede que la entidad que lo posee y lo
sublima sea cosmopolita. La Finanza, en su apogeo, fin en sí, la Finanza
Internacional, niega y desconoce todo lo nacional. No reconoce al
Estado, por tanto, es ella objetivamente anarquía, y lo sería
absolutamente si ella, negadora de todo Estado nacional, no fuera por
necesidad Estado en su esencia. El Estado puro es tan solo Poder. Y el
Dinero es Poder puro. El Dinero es Estado. El Superestado comunista que
desde hace un siglo construimos y cuyo esquema es la Internacional de
Marx, analice y verá su esencia. El esquema, la Internacional y su
prototipo, la URSS, son también puro Poder. La identidad esencial es
absoluta entre ambas creaciones. Algo fatal, porque la personalidad de
sus autores también era idéntica, tan internacionalista es el financiero
como el comunista. Los dos, por pretextos distintos y con distintos
medios, niegan y combaten al Estado nacional burgués. El marxismo, para
integrarlo en el Superestado comunista; de ahí que sea el marxista un
internacionalista; el financiero niega al Estado nacional burgués, y su
negación, y su negación parece ser fin en sí; propiamente, no se muestra
internacionalista, sino como anarquista cosmopolita… Esta es su
apariencia hoy, pero ya veremos lo que él es y quiere ser. En lo
negativo, como ve, hay una identidad individual entre comunistas
internacionalistas y financieros cosmopolitas; como natural efecto,
también la hay entre la Internacional Comunista y la Finanza
Internacional.
G. Casual semejanza subjetiva y objetiva en los contrarios, borrada y rota en lo radical y trascendental.
R.
Permítame no responder ahora para no romper el orden lógico. Sólo
quiero ratificar el axioma fundamental: El Dinero es Poder. El dinero es
hoy el centro de la gravitación universal… ¿Creo que se hallará de
acuerdo?
G. Prosiga usted, Rakovsky; se lo ruego.
R. Saber cómo
llegó la Finanza Internacional a ser dueña del dinero, ese mágico
talismán que ha venido a ser lo que Dios y nación fueron para las
gentes, sucesivamente, hasta la época contemporánea, es algo que supera
en interés científico al mismo arte de la estrategia revolucionaria;
porque también es arte y también Revolución. Se lo expondré. Cegados los
ojos del historiador y de las masas por el clamor y fausto de la
Revolución francesa, embriagado el pueblo por haber logrado arrebatar al
Rey, al privilegiado, todo su poder, no advirtieron que un puñado de
hombres, sigilosos, cautos, insignificantes, se habían adueñado del
auténtico poder de la realeza, de un poder mágico, casi divino, que
ella, sin saberlo, poseía. No advirtieron las masas que otros tomaron
para sí ese poder que pronto las reduciría a una esclavitud más feroz
que la del mismo Rey, porque él, por sus prejuicios religiosos y morales
y su estupidez, fue incapaz de usar de tal Poder. Así resulta que se
adueñaron del mayor Poder del Rey los hombres cuya calidad moral,
intelectual y cosmopolita les permitía ejercerlo. Naturalmente, fueron
aquellos que de nacimiento no eran cristianos y sí cosmopolitas.
G.. ¿Cuál pudo ser ese mítico poder del que se adueñaron?
R.
Ellos tomaron para sí el real privilegio de acuñar moneda… No se sonría
usted que me va a hacer creer que ignora lo que la moneda es… Yo le
ruego que se ponga en mi caso. Mi situación frente a usted es igual que
la del camarada doctor si se viese obligado a explicar bacteriología a
un médico resucitado anterior a Pasteur. Pero me explico su ignorancia y
la disculpo. El lenguaje, utilizando palabras que suscitan ideas falsas
sobre cosas y hechos, gracias al poder de la inercia mental, no
proporciona nociones reales y exactas. He nombrado la moneda,
naturalmente su imaginación ha reflejado en el acto la figura de la
moneda física, de metal y pale. Pues no. El dinero no es ya eso; la
moneda física circulante es un verdadero anacronismo. Si existe y
circula es por un atavismo, solo porque conviene para mantener una
ilusión, hoy pura ficción imaginativa…
G. Es atrevida y hasta poética tan brillante paradoja…
R.
Será brillante si quiere, pero no es paradoja lo que digo. Ya sé –y eso
le hizo sonreír- que aún acuñan los estados en trozos de metal y papel
los bustos reales o los escudos nacionales, pero ¿y qué?... La gran masa
del dinero circulante, el de las grandes transacciones, la
representación de toda la riqueza nacional, moneda, sí moneda, la
empezaron a emitir aquellos pocos hombres a que aludí. Títulos, letras,
cheques, pagarés, endosos, descuentos, cotizaciones, cifras y más
cifras, cual catarata desatada, invadió las naciones… ¿Qué fue a su lado
ya la economía metálica y el papel moneda?... Algo intrascendente,
mínimo, frente a la creciente marea que todo lo inundaba de moneda
financiera… Ellos, finísimos psicólogos, en la impunidad de la
ignorancia general, llegaron a más. Sobre la inmensa serie abigarrada de
moneda financiera, a fin de darle un volumen rayano en lo infinito y la
velocidad del pensamiento, crearon la moneda crédito…, abstracción,
ente de razón, cifra, guarismo, crédito, fe… ¿Ya comprende usted?...
Estafa, moneda falsa dotada de curso legal… En otros términos, para
mejor hacerme comprender, Bancos y Bolsas y todo el sistema financiero
universal es una máquina gigante para cometer la monstruosidad contra
natura, como Aristóteles la calificó, de hacerle al dinero producir
dinero, algo, que si ya es un delito de lesa economía, en el caso de los
financieros es un delito de Código penal, por ser usura. Ya sé cuál es
el argumento defensivo: que cobran ellos un interés legal… Aún
concedido, que ya es mucho conceder, la usura existe igual, porque si
el interés cobrado es el legal, ellos fingen, falsificándolo, un capital
inexistente. Los Bancos tienen siempre, prestado o en movimiento
productivo, una cantidad de moneda-crédito, moneda en números, cinco y
hasta cien veces mayor que la cifra de moneda física emitida. No diré
las veces que supera la moneda-crédito –la moneda falsa fabricada- a la
moneda desembolsada como capital. Teniendo en cuenta que devenga interés
legal, no el capital real, sino el capital inexistente, el interés ha
de ser tantas veces ilegal como la falsificación veces multiplique al
capital real… Y tenga en cuenta que el sistema que detallo es el más
inocente de los usados para fabricar moneda falsa. Imagine, si puede, a
unos pocos hombres con un poder infinito de posesión de bienes reales y
los verá dictadores absolutos del valor en cambio, por tanto dictadores
de la producción y la distribución y, en consecuencia, del trabajo y del
consumo. Si le alcanza su imaginación, eleve su acción a la escala
mundial y ya verá su efecto anárquico, moral y social, es decir,
revolucionario… ¿Ya comprende usted?...
G. No, aún no.
R. Naturalmente, resulta muy difícil comprender los milagros.
G. ¿Milagro?...
R.
Sí, milagro. ¿No es un milagro ver a un banco de madera transformarse
en catedral?... Pues tal milagro lo han visto mil veces sin pestañear
las gentes durante todo un siglo. Porque milagro prodigioso fue que los
bancos donde los mugrientos usureros se sentaban para comerciar con su
dinero sean hoy esos templos que ufanan sus columnatas paganas en cada
esquina de la urbe moderna, donde la muchedumbre va, posesa de la fe,
que ya no le inspiran las deidades celestiales, para ofrendar fervorosa
todas sus riquezas a la deidad Dinero, que habita, según cree, dentro de
la férrea caja fuerte del banquero, dedicada a su divina misión de
multiplicarse hasta el infinito metafísico…
G. Es la nueva religión de la podrida burguesía.
R. Religión, sí, la religión del Poder.
G. Resulta usted un poeta de la economía.
R.
La poesía es necesaria si se quiere dar idea de la Finanza, la obra de
arte más genial y más revolucionaria de todas las épocas.
G. Es una
visión equivocada. La finanza, como Marx y, sobre todo, Engels la
definen, está determinada por el sistema de producción capitalista.
R. Exacto, solo que a la inversa: el sistema de producción capitalista
es el determinado por la Finanza. El que diga lo contrario Engels, y
hasta que intente demostrarlo, es la prueba más evidente de que la
Finanza reina sobre la producción burguesa. Siendo, como es, la Finanza,
desde antes de Marx y Engels, la máquina más potente de la Revolución
–la Komintern a su lado es un juguete – no la iban a descubrir y delatar
Engels y Marx. Al contrario, sirviéndose de su talento científico,
debieron camuflar otra vez la verdad en beneficio de la Revolución. Y
eso hicieron ambos.
G. No es nueva la historia; me recuerda todo eso algo de Trotsky y escrito hace más de diez años.
R. Dígame…
G.
Cuando proclama él que la Komintern es una organización conservadora
comparada con la Bolsa de Nueva York, señalando a los grandes banqueros
como forjadores de la Revolución.
R. Sí, él dijo esto en un pequeño
libro en que vaticinaba el derrumbamiento de Inglaterra… Sí, decía eso y
añadía: “¿Quién empuja a Inglaterra por el camino de la Revolución?”… Y
se contestaba: “No Moscú, sino Nueva York”.
G. Pero recordará usted que también afirmaba que si forjaban la Revolución los financieros de Nueva York era inconscientemente.
R. La explicación que ya he dado para razonar por qué camuflaron la verdad Engels y Marx es igualmente válida para León Trotsky.
G.
Solo aprecio en Trotsky una visión, con cierto estilo literario, de un
hecho ya de sobra conocido… con el cual ya se contaba, porque como bien
dice Trotsky mismo, esos banqueros “cumplen irresistiblemente,
inconscientemente, su misión revolucionaria”.
R. ¿Y cumplen su misión a pesar de que Trotsky se lo avisa? ¡Qué cosa más extraña que ellos no rectifiquen!...
G.
Los financieros son revolucionarios inconscientes, porque lo son solo
objetivamente,… por su incapacidad mental para ver los últimos efectos.
R.
¿Lo cree usted sinceramente?… ¿Cree usted unos inconscientes esos
verdaderos genios?... ¿Cree usted unos idiotas a los hombres a quienes
obedece hoy el mundo entero?... ¡Esta sí que sería una contradicción
estupenda!...
G.. ¿Qué pretende usted?...
R. Sencillamente afirmo que son revolucionarios, objetiva y subjetivamente, totalmente conscientes.
G.. ¡Los banqueros!... ¿Se ha vuelto usted loco?...
R.
Yo no… ¿Y usted?... Reflexione. Esos hombres son hombres como usted y
yo. El poseer ellos el dinero, por ser sus creadores, sin conocido
límite, no puede determinar el fin de todas sus ambiciones. Si conoce
algo a los hombres, en razón directa a su satisfacción está la ambición.
Y de todas, la que más, la ambición del Poder… ¿Por qué no han de
sentir el impulso al dominio, al dominio total, esos hombres
banqueros?... Igual, exactamente igual que usted y yo.
G. Más si, según usted y creo yo, ya tienen el poder económico universal…, ¿qué otro pueden ellos desear?
R. Ya lo he dicho: el poder total. Un poder como el de Stalin sobre la URSS, pero universal.
G.. ¿Un poder como el de Stalin? Pero con fin contrario…
R.
El poder, si en realidad es absoluto, solo puede ser uno. La idea de
absoluto excluye la de pluralidad. Por tanto, el Poder al cual aspira la
“Kapintern” y la Komintern, por ser absoluto y por ser ambos en un
orden mismo, en el político, han de ser un solo e idéntico Poder. El
Poder absoluto es fin en sí o no es absoluto. Y hasta hoy no se inventó
otra máquina de poder total más que el Estado Comunista. El poder
capitalista burgués, aún en teoría con la encarnación de la divinidad en
los Faraones y Césares de la antigüedad, el tipo económico de vida en
aquellos estados primitivos y el atraso técnico del aparato estatal,
dejaban siempre un margen de libertad individual. ¿Comprende usted que
los que dominan ya relativamente sobre las naciones y los gobiernos de
la tierra pretendan el dominio absoluto?... Comprenda que es el único no
alcanzado por ellos…
G. Esto es interesante, al menos como un caso de locura…
R.
Inferior, desde luego, a la locura de un Lenin soñando con dominar al
mundo entero en una buhardilla de Suiza o a la de un Stalin soñando
igual en su destierro dentro de una choza siberiana… Me parece más
natural tal ambición acariciada por los señores del dinero desde lo alto
de un rascacielos neoyorkino.
G. Acabemos, ¿Quiénes son ellos?...
R. ¿Es usted tan ingenuo que cree que si supiera quiénes son “Ellos” estaría yo aquí prisionero?...
G. ¿Por qué?
R.
Por la sencilla razón de que quien los conoce a “Ellos” no lo ponen en
situación de que sea obligado a denunciarlos… Es una regla elemental de
toda conspiración inteligente, como usted puede comprender muy bien.
G. ¿No ha dicho usted que son banqueros?
R.
Yo no, recuerde que siempre le he dicho la Finanza Internacional y que
al personalizar he dicho siempre “Ellos” nada más. Si he de informarle
con sinceridad, solo le diré hechos, no nombres, porque no lo sé. No
creo equivocarme si le digo que “Ellos” no son ninguno de los hombres
que aparecen ocupando cargos en la política o en la Banca mundial. Según
tengo entendido, desde el asesinato de Rathenau, el de Rapallo, no
emplean en la política y en la finanza más que hombres interpuestos.
Naturalmente, hombres de toda su confianza, con una fidelidad
garantizada por mil medios distintos, así que cabe asegurar que los
banqueros y políticos, tan solo son sus “hombres de paja”…, por grande
que sea su rango, y aun cuando aparezcan personalmente como autores de
los hechos.
G. Aunque comprensible y lógico a la vez, ¿no pudiera ser
su razonada ignorancia solo un subterfugio de usted?... A mi parecer, y
según mis noticias, ha tenido usted demasiada categoría en esa
conspiración para no saber más… ¿Ni siquiera induce usted la
personalidad de alguno de “Ellos”?
R. Sí, pero acaso no me crea. He
llegado a inducir que debe tratarse de un hombre u hombres con una
personalidad… ¿cómo le diría?... mística, un Gandhi o algo así, pero sin
su espectacularidad. Místicos del Poder puro, despojados de sus
groseros accidentes. No sé si me comprende usted. Ahora bien, saber yo
su nombre y residencia, eso no… Imagine usted hoy a Stalin dominando
realmente en la URSS, pero sin estar rodeado de murallas ni de su
guardia personal, sin más garantía legal para su vida que la de
cualquier ciudadano, ¿cuál sería su recurso para librarse de
atentados?... El de todo conspirador, por grande que sea su fuerza: el
anonimato.
G. Hay lógica en cuanto dice, pero no lo creo a usted.
R. Pues créame, nada sé, si lo hubiera sabido ¡qué feliz sería!... No
estaría yo aquí defendiendo mi vida. Comprendo perfectamente sus dudas y
la necesidad que debe sentir su vocación policíaca de averiguar algo
personal. En honor a usted, y también por ser necesario al fin que
perseguimos ambos, haré lo posible por orientarle. Sepa usted que la
historia no escrita, solo conocida por nosotros, nos señala como
fundador de la Primera Internacional Comunista –naturalmente, secreta- a
Weishaupt. ¿Ya recuerda su nombre?... Fue el jefe de aquella masonería
conocida bajo el nombre de Iluminismo, cuyo nombre lo tomó de la segunda
conspiración anticristiana y comunista de la Era, el Gnosticismo.
Previsto por aquel gran revolucionario semita y ex-jesuita, el triunfo
de la Revolución Francesa, decidió él, o le fue ordenado –hay quien
señala como jefe suyo al gran filósofo Mendelssohn –fundar una
organización secreta que impulsase la Revolución francesa más allá de
sus objetivos políticos, a fin de transformarla en Revolución social
para instaurar el Comunismo. En aquellos tiempos heroicos, era un enorme
peligro tan solo mencionar el comunismo como meta, de ahí todas las
precauciones, pruebas y misterios de que debió rodear al Iluminismo. Aún
faltaba un siglo para que, sin peligro de prisión o muerte, se pudiera
declarar comunista un hombre públicamente. Esto es más o menos conocido.
Lo que se ignora es la relación de Weishaupt y sus secuaces con el
primero de los Rothschild. El misterio del origen de la fortuna de los
más famosos banqueros pudiera explicarse siendo tesoreros de aquella
primera Komintern. Indicios hay de que cuando los cinco hermanos se
reparten en cinco provincias el imperio financiero de Europa, algo
también oculto les ayuda a formar aquella fortuna fabulosa, pueden ser
aquellos primeros comunistas de las catacumbas de Baviera, esparcidos ya
por Europa entera. Pero dicen otros, creo que con mayor razón, que no
fueron los Rothschild tesoreros, sino jefes de aquel oculto comunismo
primero. Se apoya esta opinión en el hecho cierto de que Marx y los más
altos jefes de la Primera Internacional, ya pública, entre ellos Herzen y
Heine, obedecieron al Barón Lionel Rothschild, cuyo retrato
revolucionario, hecho por Disraeli, premier inglés y también criatura
suya, nos lo legó pintado en el personaje Sidonia, el hombre que, según
el relato, conocía y mandaba, siendo un multimillonario, en más espías,
carbonarios, masones, criptojudíos, gitanos, revolucionarios, etc., etc.
Parece todo fantástico, pero está demostrado que Sidonia es el retrato
idealizado del hijo de Nathan Rothschild, como también consta la batalla
que libró contra el Zar Nicolás en favor de Herzen. Batalla que ganó.
Si todo lo que se puede adivinar a la luz de estos hechos es realidad,
como yo creo, ya podríamos hasta personalizar quién es el inventor de la
formidable máquina de acumulación y de anarquía que es la Finanza
Internacional, el cual sería, a la vez, el mismo que creó la
Internacional Revolucionaria. Algo genial, crear con el Capitalismo la
acumulación en el más alto grado, empujar al proletariado al paro y a la
desesperación y, a la vez, crear la organización que debía unir a los
proletarios para lanzarlos a la Revolución. Sería éste el capítulo más
sublime de la Historia. Más aún, se recuerda una frase de la madre de
los cinco hermanos Rothschild: “Si mis hijos quieren no habrá guerra”.
Es decir, que eran ellos árbitros, señores, de la paz y la guerra, y no
los Emperadores. ¿Es usted capaz de imaginar un hecho de tan cósmica
trascendencia?... ¿No se ve así ya la guerra en función
revolucionaria?... Guerra-Commune. Desde entonces, toda guerra fue un
paso de gigante hacia el Comunismo. Como si una fuerza misteriosa diera
satisfacción al anhelo que Lenin expresó a Gorka. Recuerde: 1905-1914.
Reconozca usted, por lo menos, que dos de las tres palancas que llevan
al mundo hacia el Comunismo no son ni pueden ser manejadas por el
proletariado. Las guerras no fueron provocadas ni dirigidas por la III
Internacional ni por la URSS, que no existían aún. Tampoco pudieron
provocarlas, aunque las ansiasen, y menos dirigirlas aquellos pequeños
grupos de bolcheviques que languidecían en la emigración. Esto es una
evidencia meridiana. Y menos aún pudo ni puede la Internacional ni la
URSS conseguir esa tremenda acumulación de Capital y la anarquía
nacional e internacional de la producción capitalista. Anarquía capaz de
hacer quemar ingentes cantidades de alimentos antes de darlos a las
gentes hambrientas, capaz de lo que con frase escupió Rathsnau: “Hacer
que medio mundo se dedique a fabricar mierda y hacer que el otro medio
la consuma”. Y, por último, no podrá el proletariado sostener que se
debe a él esa inflación en progresión geométrica creciente,
desvalorización, robo permanente de la plusvalía y ahorro del capital no
financiero, no capital-usura, por ello, incapaz de recobrar la baja
constante de su poder adquisitivo, produciendo así la proletarización de
la clase media, la enemiga verdadera de la Revolución… No es el
proletariado quien maneja la palanca económica ni la palanca de la
guerra. Es él, sí, una tercera palanca, la única visible y espectacular,
que da el golpe definitivo a la fortaleza del estado capitalista y la
toma… Sí, la toma, cuando “Ellos” se la entregan…
G. Vuelvo a
repetirle que todo eso, tan literariamente relatado por usted, tiene un
nombre que ya hemos repetido hasta la saciedad en esta inacabable
conversación: “contradicción natural del Capitalismo”, y si, como
pretende, hay una voluntad y una acción ajena a la del proletariado, le
desafío a que me señale concretamente un caso personal.
R. ¿Solo con
uno se conforma?... Pues escuche una pequeña historia: “Ellos” aislaron
diplomáticamente al Zar para la guerra ruso-japonesa, y los EEUU
financiaron al Japón, exactamente, Jacob Schiff, jefe de la Banca Kuhn,
Loeb y Cª, la sucesora, esperándola, de la Casa Rothschild, de la cual
procedía Schiff. Fue tal su poder, que logró que las naciones con
imperio colonial en Asia apoyaran la creación del Imperio xenófobo
nipón, cuya xenofobia ya la está sintiendo Europa. De los campos de
prisioneros vinieron los mejores luchadores a Petrogrado, adiestrados
por los agentes revolucionarios que desde América se introdujeron en
ellos, con permiso conseguido del Japón por sus financiadores. La guerra
ruso-japonesa, con la organizada derrota de los ejércitos zaristas,
provocó la Revolución de 1905, que, aun siendo prematura, estuvo a punto
de triunfar, y que si no llegó a triunfar, creó las condiciones
políticas necesarias para la victoria de 1917. Aún hay más. ¿Ha leído
usted la biografía de Trotsky?... Recuerde su primera época de
revolucionario. Es un jovenzuelo, ha permanecido con los emigrados algún
tiempo en Londres, París y Suiza, después de su evasión de Siberia;
Lenin, Plejanov, Martos y demás jefes lo consideran solo como un neófito
que promete. Pero se atreve ya, cuando la primera escisión, a quedar
independiente, intentando ser árbitro de la unificación. En 1905 acaba
de cumplir veinticinco años, y vuelve a Rusia solo, sin partido ni
organización propia. Lea usted los relatos “no purgados” por Stalin de
la Revolución de 1905, los de Lunatcharski por ejemplo, que no es
trotskista. Trotski es la primera figura de la Revolución de Petrogrado,
esta es la verdad. Solo él sale de ella prestigiado y con popularidad.
Ni Lenin, ni Martos, ni Plejanov la ganan, la conservan o disminuyen.
¿Cómo y por qué se alza el ignorado Trotsky, ganando de golpe autoridad
superior a los más viejos y prestigiosos revolucionarios?...
Sencillamente, se ha casado. Junto a él viene a Rusia su mujer, Sedova.
¿Sabe usted quién es ella? Es la hija de Givotovsky, unido a los
banqueros Warburg, socios y parientes de Jacob Schiff, grupo financiero
que, como he dicho, financió al Japón, y, a través de Trotsky, financió a
la vez la Revolución de 1905. Ahí tiene el motivo de que Trotsky, de un
golpe, pasase a la cabeza del escalafón revolucionario. Y ahí tiene la
clave de su personalidad verdadera. Demos un salto a 1914. Tras el
atentado del Archiduque se halla Trotsky, y el atentado provoca la
guerra europea. ¿Cree usted de veras que el atentado y la guerra solo
son casualidades?... como dijo en un congreso sionista Lord Melchett.
Analice usted a la luz de la “no-casualidad” el desarrollo de la campaña
de Rusia. El “derrotismo” es una obra maestra. La ayuda de sus aliados
al Zar está reglada y dosificada con tal arte, que sirve de argumento a
los embajadores aliados para conseguir de la estupidez de Nicolás
ofensivas-masacres una tras otra. La masa de carne rusa era gigantesca,
pero no inagotable. Las organizadas derrotas traen la Revolución. Cuando
amenaza por todos lados, el remedio que se halla es instaurar la
República democrática. La república –como Lenin la llamó- “de las
Embajadas”, es decir, aseguran la impunidad de los revolucionarios. Aún
hace falta más Kerenski, debe provocar otra ofensiva-masacre, y la
realiza, para que sea desbordada la revolución democrática. Y más
todavía: Kerenski debe hacer la entrega total del estado al Comunismo, y
la consuma… Trotsky puede ocupar “invisiblemente” todo el aparato
estatal. ¡Qué ceguera más extraña!... Esta es la realidad de la
Revolución de Octubre, tan cantada… Los bolcheviques tomaron lo que
“Ellos” les entregaron.
G.. ¿Se atreve usted a decir que Kerenski fue cómplice de Lenin?
R. De Lenin no, de Trotsky sí, mejor dicho de “Ellos”.
G. ¡Absurdo!
R.
¿No puede usted comprender…precisamente usted?... Me extraña. Si usted,
como espía que es, bajo el secreto de su personalidad, consiguiese
llegar a ser jefe de una fortaleza enemiga… ¿no abriría usted las
puertas a las fuerzas atacantes, a las que realmente servía?... ¿No
sería usted un derrotado y un prisionero más?... ¿Acaso no correría
usted el peligro de morir al ser asaltada la fortaleza, si un asaltante,
ignorando que solo era un disfraz su uniforme, lo creía enemigo?
Creáme, sin estatuas ni mausoleo, le debe más el Comunismo a Kerenski
que a Lenin.
G. ¿Quiere usted decir que fue Kerenski un derrotado consciente y voluntario?
R.
Sí me consta. Comprenda que yo intervine personalmente en todo esto.
Pero aún le diré más, ¿sabe usted quién financió la Revolución de
Octubre?... La financiaron “Ellos”, precisamente, a través de los mismos
banqueros que financiaron al Japón y la Revolución de 1905. Jacob
Schiff y los hermanos Warburg, es decir, la gran constelación bancaria,
una de las cinco de la Reserva Federal, la Banca Kuhn, Loeb y Cª;
interviniendo otros banqueros americanos y europeos, como Guggenhein,
Heneauer, Breitung, Aschberg, de la Nya Banken, ésta de Estocolmo… Yo
estaba, “por casualidad” allí, en Estocolmo, e intervine en las
transferencias de fondos. Hasta llegar Trotsky, yo fui el único que
intervino del lado revolucionario. Pero Trotsky llegó al fin, debo
subrayar que los aliados lo expulsaron de Francia por derrotista y los
mismos aliados lo liberaron para que fuera derrotista en la aliada
Rusia…”Otra casualidad” ¿Quién la conseguiría?... Los mismos que
consiguieron hacer pasar a Lenin a través de Alemania. Sí “Ellos”, los
de Inglaterra, consiguen sacar a Trotsky, el derrotista, de un campo
canadiense y hacerle que llegue, dándole paso franco todos los controles
aliados, a Rusia, otros “Ellos”, uno Rathernau,
consiguen el paso de Lenin a través de la Alemania enemiga. Si estudia
usted historia de la Revolución y de la guerra civil sin prejuicios y
con el espíritu inquisitivo que sabe usted emplear en cosas menos
importantes y de menor evidencia, tanto en el conjunto de los
acontecimientos como en los detalles y hasta en lo anecdótico, hallará
usted una serie de “casualidades” asombrosas.
G. Bien, aceptemos como hipótesis que no sea todo suerte. ¿Qué deduce de ahí a efectos prácticos?
R. Déjeme terminar esta pequeña historia, y luego ya deduciremos ambos…
Trotsky, desde su arribo a Petrogrado es admitido sin reservas por
Lenin. Como sabe demasiado bien, las disensiones entre ambos fueron
profundas durante el tiempo que media entre las dos revoluciones. Todo
se olvida y Trotsky es el artífice del triunfo de la Revolución, quiera
Stalin o no quiera. ¿Por qué?... El secreto lo tiene la mujer de Lenin,
la Krupskaya. Ella sabe quién es realmente Trotsky, ella es quien
convenció a Lenin para que aceptase a Trotsky. Si no lo acepta, Lenin
hubiera seguido bloqueado en Suiza, esta ya era una poderosa razón para
él y también lo fue el saber qué ayuda traía Trotsky a la Revolución.
Supo Lenin, desde luego, que Trotsky traía el dinero y poderosas ayudas
internacionales; el vagón precintado fue la demostración. Luego, la
unidad en torno al insignificante Partido bolchevique de toda el ala
izquierda revolucionaria, socialistas revolucionarios y anarquistas es
obra de Trotsky, no de la intransigencia férrea de Lenin. No en vano, el
antiguo Bund de proletarios judíos, del cual nacieron todas las ramas
revolucionarias moscovitas, a las cuales dio el noventa por ciento de
sus jefes, era el verdadero partido del “sin partido” Trotsky.
Naturalmente, no el Bund oficial y público, sino el Bund secreto, insertado en todos los partidos socialistas y cuyos jefes están casi todos bajo su disciplina.
G. ¿También Kerensky?
R. Kerenski también…, y algunos jefes no socialistas, jefes de facciones políticas burguesas.
G. ¿Cómo así?
R. Olvida usted el papel de la Masonería en la primera fase democrático-burguesa de la Revolución?
G. ¿También obedecía al Bund?
R. Como inmediato escalón, desde luego, pero, en realidad, obedecía a “Ellos”.
G. ¿A pesar de la marea marxista que se alzaba, la cual también amenazaba sus privilegios y sus vidas?
R.
A pesar de todo eso: naturalmente, no veía tal peligro. Tenga usted en
cuenta que todo masón ha visto y ha creído ver más de lo real con su
imaginación, porque imaginaba lo que le convenía. La presencia en
aumento de masones en los gobiernos y jefaturas de estado de las
naciones burguesas es para ellos una prueba del poder político de su
asociación. Tenga en cuenta que, en aquellas fechas, todos los
gobernantes de las naciones aliadas eran masones, con muy contadas
excepciones… Esto era un argumento de gran fuerza para ellos. Tenían
absoluta fe de que la Revolución se detendría en la República burguesa,
tipo francés.
G. Según el cuadro que me han pintado de Rusia en 1917, se necesitaba que fueran muy ingenuos para creer eso.
R.
Lo eran y lo son. Los masones no han aprendido aquella primera lección
que fue la Gran Revolución, en la cual jugaron un enorme papel
revolucionario, y devoró a la mayoría masónica, empezando por su Gran
Maestre, el Orleáns: mejor dicho, por el masón Luis XVI, para continuar
con girondinos, hebertistas, jacobinos, etc., y si sobrevivieron algunos
fue gracias al Brumario.
G. ¿Quiere usted decir que los masones están destinados a morir a manos de la Revolución, traída con su ayuda?
R.
Exacto… Ha formulado usted una verdad encerrada en un gran secreto. Yo
soy masón, ya lo sabía usted ¿no?... Pues bien: le diré a usted cuál es
ese gran secreto que se promete descubrirle al masón en el grado
inmediato superior…, pero que no lo descubre ni en el 25, ni en el 33,
ni en el 93, ni en el más alto de ningún rito… Naturalmente, yo no lo
conozco por ser masón, sino por pertenecer a “Ellos”…
G. ¿Y cuál es?
R.
Toda la formación del masón y el fin público de la Masonería tiende a
que logren y concedan todas las premisas necesarias para el triunfo de
la Revolución Comunista; naturalmente, bajo pretextos muy varios, pero
que se cubren bajo su conocido trilema. ¿Comprende?... Y como la
Revolución Comunista supone la liquidación como clase de toda la
burguesía y la física de todo dirigente político burgués, el secreto
auténtico de la Masonería es el suicidio de la Masonería como
organización y el suicidio físico de todo masón algo importante… Ya
comprenderá usted que tal fin reservado al masón, bien merece misterios,
escenografía y tantos y tantos “secretos”… interpuestos para ocultar el
auténtico… No se pierda, si usted tiene ocasión, el presenciar en
alguna futura Revolución el gesto de asombro y la estupidez reflejada en
el rostro de un masón cuando se convence de que él va a morir a manos
de los revolucionarios… ¡Cómo grita y quiere hacer valer sus servicios a
la Revolución!... Es un espectáculo como para morir uno también …, pero
de risa.
G. ¿Y aún niega usted la estupidez congénita en la burguesía?
R.
La niego en la burguesía como clase, no en sectores determinados. La
existencia de manicomios no indica una locura general. La Masonería
puede ser también un manicomio, pero en libertad… Mas prosigo: ha
triunfado la Revolución; la toma del Poder se consumó. Se presenta el
primer problema: la Paz y con él la primera disensión dentro del
Partido, en la cual toman parte las fuerzas de la coalición que disfruta
el poder. No le relataré lo que ya es de sobra conocido sobre la lucha
que se libra en Moscú entre los partidarios y adversarios de la paz de Brest.
Solo le indicaré que lo llamado después Oposición trotskista, los
liquidados y los por liquidar, Ya se definieron allí, todos eran
contrarios a firmar el tratado de paz. Aquella paz fue un error,
traición inconsciente de Lenin a la Revolución internacional. Imagínese a
los bolcheviques sentados en Versalles en la conferencia de la Paz y en
la Sociedad de Naciones después, con el Ejército Rojo, acrecido y
armado por los Aliados, dentro de Alemania. Hubiera sido soldar por las
armas el Estado Soviético a la Revolución Alemana. Muy otro sería hoy el
mapa europeo. Pero Lenin, un ebrio del poder, secundado por Stalin, que
ya había probado el alcohol del mando, seguidos del ala nacional rusa
del Partido, se impusieron por la fuerza material. Y entonces nació el
“socialismo en un solo país”, es decir el nacional-comunismo, que llega a
su apogeo con Stalin hoy. Naturalmente hubo lucha, pero solo en forma y
extensión que no destruyese el Estado Comunista; condición con vigencia
para la Oposición en toda su lucha ulterior hasta hoy. Esta fue la
causa de nuestro primer fracaso y de todos los que se han seguido. Pero
hubo lucha feroz, aunque disimulada, para no comprometer nuestra
participación en el Poder. Trotsky organizó por sus enlaces el atentado
de la Kaplan contra Lenin. Por su orden, Blumkin mató al embajador Mirbach. El golpe de estado de la Spiridonova
y sus socialistas revolucionarios fue de acuerdo con Trotsky. Su hombre
para todo esto insospechado, fue aquel Rosemblum, un hebreo lituano,
que usaba el nombre O’Reilly,
conocido como el mejor espía de la Inteligencia Británica. En realidad,
un hombre de “Ellos”. La razón de haber elegido a este famoso Rosenblum
fue porque, conocido solamente como espía inglés, Inglaterra, no
Trotsky ni nosotros, cargaría con la responsabilidad de atentados y
complots en caso de fracaso. Y así fue. La guerra civil hizo abandonar
el método conspirativo y terrorista, porque nos brindó la oportunidad de
tener en nuestras manos la fuerza real del Estado, al llegar Trotsky a
ser el organizador y jefe del Ejército Rojo. El ejército soviético, que
retrocede sin cesar frente a los “blancos” y deja el territorio de la
URSS reducido al antiguo Ducado de Moscú, como por arte de magia se
torna victorioso. ¿Por qué cree usted?... ¿Por magia o casualidad? Se lo
diré: al tomar Trotsky el mando supremo del Ejército Rojo, ya tiene él
en sus manos la fuerza necesaria para tomar el Poder. Las victorias
acrecerán su prestigio y su fuerza; los “blancos” ya pueden ser
derrotados. ¿Cree usted verdadera la historia oficial, que atribuye todo
el prestigio de la victoria soviética al mediocre, desarmado e
indisciplinado Ejército Rojo?...
G. ¿A quién pues?
R. En un noventa por ciento se lo debe a “Ellos”. No debe usted olvidar
que los “blancos” eran, a su manera, “democráticos”. Con ellos estaban
los mencheviques y los restos de todos los viejos partidos liberales.
Dentro de tales fuerzas han tenido “Ellos” siempre muchos hombres a su
servicio, conscientes o inconscientes. Al tomar Trotsky el mando,
recibieron orden de traicionar a los “blancos” sistemáticamente y, a la
vez, la promesa de participar más o menos pronto en el gobierno
soviético. Maiski fue uno de aquellos hombres,
uno de los pocos que vio cumplida en él la promesa, pero solo pudo
lograrlo convenciendo a Stalin de su lealtad. Unido este sabotaje a la
disminución progresiva de la ayuda de los aliados a los generales
“blancos”, ellos, que además eran unos pobres idiotas, sufrieron derrota
tras derrota. Por fin Wilson, en sus famosos 14 puntos,
introdujo el punto 6, lo cual bastó para que acabara para siempre todo
intento de los “blancos” en la URSS. Durante la guerra civil se afianza
para Trotsky la sucesión de Lenin. Era cosa indudable. Ya podía morir
glorificado el viejo revolucionario. Si salió con vida de las balas de
la Kaplan, no saldría vivo de la disimulada eutanasia a la cual se le
sometió.
G. ¿Abrevió su vida Trotsky?... ¡Gran espectáculo para vuestro proceso!... ¿Sería Levin quien asistió a Lenin?
R.
¿Trotsky?… Acaso interviniera, que lo supiera es bien seguro. Ahora
bien, la realización técnica, lo accidental, ¿quién sabe?... Tienen
“Ellos” demasiados canales para llegar adonde quieran.
G. De
cualquier manera, el asesinato de Lenin es algo de primerísima categoría
para llevarlo al próximo proceso… ¿Qué le parecería a usted, Rakovsky,
ser esa cosa accidental, el autor?... Naturalmente, si fracasa usted en
esta conversación… El caso técnico es muy adecuado para usted, como
médico…
R. No se lo aconsejo. No toque usted ese asunto, es demasiado
peligroso para Stalin mismo. Podrían ustedes con su propaganda hacer
cuanto quieran, pero también tienen “Ellos” la suya, más poderosa, y un
argumento superior a todas las confesiones arrancadas a Levin, a mí o a
cualquier otro. El qui prodest hará ver en Stalin al asesino de Lenin.
G. ¿Qué quiere decir?
R.
Que la regla clásica e infalible para descubrir a un asesino es
averiguar a quién beneficia el asesinato…, y en el de Lenin el
beneficiado fue su jefe, Stalin. Piénselo usted, y le ruego no haga
estos incisos, que me distraen sin dejarme terminar.
G. Bien, prosiga usted, pero ya sabe…
R.
Es de dominio público que si Trotsky no sucedió a Lenin no fue por
fallar nada humano en el plan. La suma de poderes en las manos de
Trotsky durante la enfermedad de Lenin era superior a la necesaria para
conseguirlo. Hasta estábamos provistos de la sentencia de muerte contra
Stalin. La carta que a su esposo le arrancó la Krupskaya
contra su actual jefe bastaría en manos de un Trotsky dictador para
liquidar a Stalin. Pero un estúpido accidente, como ya sabrá, frustró
todos nuestros planes. Trotsky cae enfermo con una dolencia que adquiere
casualmente, y en el momento decisivo, cuando Lenin muere, lleva meses
incapacitado de toda actividad. Inconveniente, dentro de sus grandes
ventajas, de nuestra organización: la centralización personal.
Naturalmente que un Troysky formado para la misma misión que debía
realizar no se improvisa repentinamente. Ninguno de nosotros, ni
siquiera Zinoviev o Kamenev,
teníamos la formación ni el alcance necesario, que por otra parte,
Trotky, celoso de ser suplantado, no quiso facilitar a nadie. Así que,
cuando al morir Lenin nos enfrentamos con Stalin, que ha desplegado
actividad febril, pero secreta, prevemos la derrota en el Comité
Central. Debemos improvisar una solución y la que se adopta es unirse a
Stalin, ser más estalinista que él, exagerar, por tanto sabotear. El
resto ya lo conoce usted. Nuestra lucha subterránea permanente y su
continuo fracaso frente a un Stalin que se revela como un genio
policiaco sin precedentes en todo el pasado. Más aún, Stalin, acaso por
un atavismo nacionalista, que no pudo extirpar en él su incipiente
marxismo, acentúa su pan rusismo, suscitando tras él una clase que
nosotros deberíamos exterminar, la del nacional-comunismo, en oposición
al comunismo internacional que somos nosotros. Él coloca la
Internacional al servicio de la URSS, y a ésta obedeciéndole a él. Si
queremos hallar un paralelismo histórico, debemos señalar al
bonapartismo, y si queremos hallar otro personal a Stalin, no
encontramos un personaje histórico a la par. Pero yo creo hallarlo en lo
esencial fundiendo dos: Fouché y Napoleón.
Quitémosle a éste su segunda mitad, lo accesorio, uniforme, jerarquía
militar, corona, etc., cosas que a Stalin parecen no tentarle, y sumados
nos darán un Stalin idéntico en lo capital: en yugular la Revolución,
no sirviéndola, sino sirviéndose de ella, en identificarse con el más
viejo imperialismo ruso, como Napoleón se identificó con el galo; en
crear una aristocracia, si no militar, ya que no tiene victorias, si
burocrático-policíaca…
G. Basta ya Rakovsky, que no está usted aquí para hacer propaganda trotskista. ¿Llegará usted alguna vez a lo concreto?...
R.
Naturalmente que llegaré, pero cuando logre que forme usted un ligero
concepto sobre “Ellos”, con los cuales habrá que contar para lo práctico
y concreto. Antes no, me importa más que a usted no fracasar, como
usted comprenderá.
G. Pues abrevie cuanto pueda.
R. Nuestro
fracaso, que se acentúa de año en año, implica dejar sin objetivo
inmediato cuanto en la post-guerra impusieron “Ellos” para el nuevo
salto de la Revolución. El Tratado de Versalles, tan inexplicable para
políticos y economistas de todas las naciones, porque ninguno adivinó su
real proyección, fue la premisa más decisiva para la Revolución.
G. Es muy curiosa la teoría, ¿cómo la explica?
R. Las reparaciones y las limitaciones económicas de Versalles no las
determinó la conveniencia de ninguna nación. Su absurdo aritmético era
tan evidente que hasta los más eminentes economistas de las naciones
vencedoras lo denunciaron pronto. Solo Francia reclamó para reparaciones
mucho más de lo que valía todo su patrimonio nacional, más que si
hubiera sido hecho un Sahara todo el suelo francés. Peor fue acordado
aquel absurdo de hacerle pagar a Alemania muchas veces más de cuanto
podía pagar, aun vendiéndose por entero a ella y entregando la
producción de todo su trabajo nacional. Al fin, en realidad, se llegó a
la consecuencia práctica de imponerle a la República de Weimar hacer un
dumping fantástico si quería pagar algo de las reparaciones. Y el
dumping ¿qué era?... Subconsumo, hambre en Alemania y paro en la misma
medida en las naciones importadoras. Si no importaban paro en Alemania.
Hambre y paro en una u otra parte; he aquí la primera consecuencia de
Versalles… ¿Era o no el Tratado revolucionario? Se hizo más: se intentó
una reglamentación igual en el plano internacional… ¿Sabe usted lo que
la medida representa en plan revolucionario? Es imponer el anárquico
absurdo de hacer producir lo suficiente y propio a cualquier economía
nacional, estimando que para lograrlo es indiferente su clima, sus
fuentes naturales de riqueza y hasta la educación técnica de directores y
de obreros. Siempre fue un recurso para compensar las desigualdades
naturales en calidad del suelo, clima, minerales, petróleo, etc., entre
las economías nacionales el trabajar más los países más pobres, es
decir, explotar más a fondo su capacidad de trabajo para suplir la
deficiencia motivada por la pobreza del suelo, a la cual se deben
agregar otras desigualdades, que también se compensaban por tal medio;
por ejemplo, la diferencia en los utillajes industriales. No quiero
extenderme más, pero la reglamentación del trabajo impuesto por la
Sociedad de Naciones, evocando un principio abstracto de igualdad en la
jornada, era en realidad, dentro de un sistema de producción y cambio
internacional capitalista no modificado, imponer una desigualdad
económica, porque ello era despreciar el fin del trabajo, que es la
producción suficiente. El efecto inmediato fue una insuficiencia de la
producción, compensada con las importaciones de los países natural e
industrialmente autosuficientes, pagadas en oro, en tanto hubo en Europa
oro. Prosperidad ficticia en EEUU, que cambiaban su fabulosa producción
por oro y el oro en billetes, que abundaban. Como toda anarquía de la
producción, y la del periodo fue como no se vio jamás, la Finanza.
“Ellos” la explotan a pretexto de remediarla, con otra anarquía mayor:
la inflación de la moneda oficial y cien veces más con la inflación de
su propio dinero, la moneda-crédito, la moneda falsa. Recuerde las
devaluaciones sucesivas en muchas naciones, la desvalorización alemana,
la crisis americana y su efecto fabuloso… un record de paro: más de
treinta millones de parados solo en Europa y EEUU. ¿Era o no premisa
revolucionaria el Tratado de Versalles y su Sociedad de Naciones?...
G.
Podría serlo sin quererlo, no me podrá usted justificar por qué
retroceden ante la consecuencia lógica la Revolución, el Comunismo; es
más, le hacen frente con el Fascismo, triunfante en Italia y Alemania…
¿Qué me dice?
R. Que solo excluyendo la existencia y el fin de
“Ellos” tendría usted toda la razón…, pero no debe olvidar su existencia
y su fin y tampoco el hecho de que ocupa el poder en la URSS Stalin.
G. No veo la relación.
R.
Porque no quiere: le sobran dotes inductivas y elementos de jucio. Le
repito una vez más: Stalin es para nosotros un bonapartista, no un
comunista.
G. ¿Y qué?
R. Pues que las grandes premisas que
impusimos en Versalles para el triunfo de la Revolución Comunista en el
mundo, y que, como ha visto, fueron una realidad gigantesca, no quisimos
que sirvieran para dar el triunfo al bonapartismo staliniano… ¿Está
bien claro?... Otra cosa hubiera sido si es Trotsky entonces el dictador
de la URSS, es decir, si son “Ellos” los jefes del Comunismo
internacional.
G. Pero el Fascismo es un anticomunismo integral,
tanto del trotskista como del staliniano…, y si tan grande es el poder
que les atribuye a “Ellos”, ¿cómo no lo han evitado?...
R. Porque son “Ellos” quien han hecho triunfar a Hitler.
G. Bate usted todas las marcas del absurdo.
R.
Lo absurdo y lo prodigioso se confunden por incapacidad cultural.
Escúcheme. Ya he reconocido el fracaso de la Oposición. “Ellos” vieron
al fin que no podía ser derribado Stalin por un golpe de estado. Y su
experiencia histórica les dictó una solución. Hacerle a Stalin lo mismo
que al Zar. Una dificultad había que nos parecía insuperable. No existía
en toda Europa un país invasor. Ninguno poseía situación geográfica o
ejército bastante para invadir la URSS. Al no haberlo, debieron “Ellos”
inventarlo. Solo Alemania tenía población y posición adecuada para
invadir la URSS y para infligirle derrotas a Stalin, pero como
comprenderá, la República de Weimar no fue ideada, ni política ni
económicamente, para ser invasora, sino para ser invadida. En el
horizonte del hambre alemán empezó a brillar la fugaz estrella
hitleriana. Un ojo perspicaz se fijó en él. El mundo ha presenciado su
ascensión fulminante. No le diré que ha sido todo obra nuestra, no. Le
dio sus masas, cada vez mayores; la economía revolucionario-comunista de
Versalles. Aunque no fuera dictada para provocar el triunfo de Hitler,
la premisa que impuso Versalles a Alemania fue la de su proletarización,
de paro y hambre, y su consecuencia debió ser el triunfo de la
Revolución Comunista. Pero frustrada ésta por la presencia de Stalin en
la jefatura de la URSS y de la Internacional, y no queriendo entregar
Alemania al nuevo Bonaparte, los planes Dawes y Young
atenuaron las premisas solo en parte, a espera del triunfo en Rusia de
la Oposición…; pero como no llegaba, las premisas revolucionarias
existentes debían tener sus consecuencias. El determinismo económico de
Alemania imponía a su proletariado la Revolución. Al deber ser contenida
la revolución social-internacionalista por culpa de Stalin, el
proletariado alemán se lanzó a la revolución nacional-socialista. Fue un
hecho dialéctico. Pero con toda su premisa y su razón, la revolución
nacional-socialista jamás hubiera podido triunfar. Hizo falta más. Fue
necesario que, obedeciendo consignas, los trotskistas y los socialistas
dividiesen a las masas que tenían una conciencia de clase despierta e
intacta. En esto ya intervinimos nosotros. Pero fue necesario más: en
1929, cuando el Partido Nacional-Socialista sufre la crisis de
crecimiento y sus recursos financieros le fallan, “Ellos” le envían un
embajador; hasta sé su nombre: fue un Warburg. Se conviene la
financiación del Partido Nacional-Socialista en negociaciones directas
con Hitler, y éste recibe en un par de años millones de dólares,
enviados por Wall Street, y millones de marcos de financieros alemanes,
éstos a través de Schacht; el sostenimiento de las S.A. y de las S.S.
y la financiación de las siguientes elecciones que dan el poder a
Hitler, se hace con los dólares y los marcos que le envían “Ellos”.
G. Los que aspiran, según usted, a un comunismo perfecto, arman a
Hitler, que jura exterminar al primer pueblo comunista… Esto sí lo creo,
es algo lógico en los financieros…
R. Vuelve usted a olvidar el
bonapartismo staliniano. Recuerde usted que frente a Napoleón, el
estrangulador de la Revolución francesa, el que le robó sus fuerzas,
eran objetivamente revolucionarios Luis XVIII, Wellington, Metternich y
hasta el autócrata Zar… Esto es de un rigor doctrinal stalinista de
veintidós quilates. Se sabrá usted de memoria sus tesis coloniales en
relación a las naciones imperiales. Si, según él, es objetivamente
comunista el emir de Afganistán y el rey Faruk por su lucha contra Su
Graciosa Majestad Imperial, ¿por qué no puede ser objetivamente
comunista Hitler por su lucha contra el autócrata Zar “Koba I”?...
En fin, sin digresiones, ahí tiene usted a Hitler creciendo en poder
militar, extendiendo su III Reich, y lo que aún lo aumentará…, lo
necesario hasta que tenga potencia en acto suficiente para poder atacar y
derrotar copiosamente a Stalin… ¿No ve la mansedumbre general de
aquellos lobos de Versalles, que se limitan a débiles gruñidos?...
¿También es otra casualidad?... Hitler invadirá la URSS y, así como en
1917 las derrotas del Zar nos sirvieron para derribarle, las derrotas de
Stalin nos servirían para derribarle y suplantarle… Volverá a sonar la
hora de la Revolución Mundial. Porque las naciones democráticas,
adormecidas hoy, en el instante que Trotsky ocupe de nuevo el Poder,
como cuando la guerra civil, realizarán una mutación general. Hitler
será entonces atacado por el Oeste, sus generales se sublevarán y lo
liquidarán… ¿Habrá sido Hitler objetivamente comunista, sí o no?...
G. No creo en fábulas ni milagros…
R.
Pues si no quiere creer que “Ellos” son capaces de realizar lo que han
realizado, prepárese usted para presenciar la invasión de la URSS y el
fin de Stalin antes de un año. Lo crea milagro o casualidad, prepárense a
presenciarlo y a sufrirlo… ¿Pero será usted capaz de negarse a creer
cuanto le he dicho, aunque solo sea en hipótesis?... Aguardando a obrar
en consecuencia solo cuando empiece a ver las pruebas a la luz de cuanto
convengamos.
G. Bien, hablemos en hipótesis… ¿Qué sugiere?
R. Fue
usted quien señaló nuestra coincidencia. A nosotros no nos interesa el
ataque a la URSS ahora, porque la caída de Stalin supondría el
derrumbamiento de este comunismo, que, aún siendo formal, nos interesa
exista, por tener la seguridad de que lograremos regirlo para
transformarlo en comunismo real. Creo haber sintetizado exactamente la
situación del momento actual.
G. Perfectamente, solución…
R. Ante todo, debemos hacer que desaparezca el peligro potencial de un ataque hitleriano.
G. Si, como afirma, fueron “Ellos” quienes lo hicieron Führer, han de tener poder sobre Hitler para que los obedezca.
R.
Por no haberme yo expresado bien, dada la rapidez, no ha entendido
usted bien. Sí es cierto que “Ellos” financiaron a Hitler, no quiere
decir esto que le descubrieron ni su existencia ni su fin. El enviado,
Warburg, se presentó a él con una falsa personalidad, ni siquiera parece
que Hitler adivinara su raza, y también mintió sobre quiénes eran sus
representados. Le dijo ser enviado de un círculo financiero de Wall
Street, interesado en financiar el movimiento nacional-socialista con el
fin de crear una amenaza contra Francia, cuyos gobiernos seguían una
política financiera que provocaba la crisis económica en EEUU.
G. ¿Y lo creyó Hitler?
R.
Lo ignoramos. No era lo importante que creyera en los motivos, nuestro
fin era que triunfase, sin imponerle ninguna condición. El fin real,
bajo cualquier pretexto, está conseguido sin pacto, sin condición;
porque nuestro fin era provocar la guerra…, y Hitler era la guerra.
¿Comprende ya?
G. Comprendo. Entonces no veo yo ninguna otra manera
de contenerlo que una coalición de la URSS y de las naciones
democráticas capaz de intimidar a Hitler. Según yo creo, no es él capaz
de lanzarse contra todos los estados del mundo a la vez… Todo lo más uno
a uno.
R. ¿No le parece a usted una solución muy simplista…, hasta diría yo contrarrevolucionaria?...
G. ¿Evitar una guerra contra la URSS?
R.
Corte su frase a la mitad… y repita conmigo: “Evitar una guerra”… ¿No
es una cosa contrarrevolucionaria en absoluto?... Reflexione. Todo
comunista sincero, imitando a su ídolo Lenin, y a los más grandes
estrategas revolucionarios, debe anhelar siempre la guerra. Nada como la
guerra acelera el triunfo de la Revolución. Es un dogma
marxista-leninista que usted debería profesar… Ahora bien: ese
nacional-comunismo staliniano, ese bonapartismo es capaz de ofuscar la
razón de los comunistas más puros hasta impedirlos ver la inversión en
la cual incurre Stalin, la de subordinar la Revolución a la Nación y no,
como es correcto, subordinar la Nación a la Revolución…
G. Su odio a Stalin le ofusca y le hace contradecirse… ¿No habíamos convenido en que no era deseable un ataque a la URSS?
R. ¿Y por qué la guerra ha de ser necesariamente contra la URSS?
G.
¿A qué otra nación puede atacar Hitler?... Es cosa demasiado clara que
dirigirá su ataque contra la URSS, sus discursos lo proclaman. ¿Qué más
prueba quiere?...
R. Y si usted, los del Kremlin, lo creen tan firme e
indiscutiblemente, ¿por qué han provocado la guerra civil en España? No
me diga que por pura razón revolucionaria. No es capaz Stalin de
plasmar en hechos ninguna teoría marxista. Si razón revolucionaria
hubiera, no sería correcto quemar en España tantas y tan excelentes
fuerzas revolucionarias internacionales. Es la nación más lejana de la
URSS y la más elemental cultura estratégica no aconsejaba malgastar allí
las fuerzas… En caso de conflicto, ¿cómo podría Stalin abastecer y
apoyar militarmente una república soviética española?... Pero era
correcta. Allí hay un punto estratégico importante, un cruce de
influencias opuestas de las naciones capitalistas; se podía provocar una
guerra entre ellas. Lo reconozco, era correcto teóricamente, pero en la
práctica, no. Ya ve cómo no estalla la guerra entre el capitalismo
democrático y el fascista… Y ahora le digo: si Stalin se creyó capaz por
sí solo de crear un motivo capaz de provocar la guerra que hiciera
luchar entre sí a las naciones capitalistas…,¿por qué no ha de admitir,
en teoría por lo menos, que otros puedan conseguir lo que no le pareció
imposible lograr a él?...
G. Aceptando sus premisas, puede admitirse la hipótesis.
R.
Entonces, hay otro punto más de coincidencia: primero, que no haya
guerra contra la URSS; segundo, que conviene provocarla entre las
naciones burguesas.
G. De acuerdo. ¿Lo dice usted como una opinión personal o como de “Ellos”?
R.
Como una opinión mía. No tengo poder ni contacto con “Ellos”; pero
puedo afirmar que coincidirían en esos dos puntos como el Kremlin.
G.
Esto es importante fijarlo previamente, por ser lo capital. Por tanto,
quisiera yo saber en qué se basa usted para tener la seguridad del
asentimiento de “Ellos”.
R. Si yo hubiera tenido tiempo de trazar su
esquema completo, ya sabría usted los motivos de su aceptación. Por
ahora, los reduciremos a tres.
G. ¿Cuáles son?
R. 1..-El sistema financiero ideado por Hitler es una amenaza para el
monopolio del crédito que poseen "Ellos", solo por esta razón Hitler
debía ser destruido.
2.- La guerra puede ayudar a aplastar el nacionalismo europeo, obstáculo para un Gobierno Mundial.
3.-"Ellos" ven el Cristianismo como el mayor obstáculo a sus planes, con la guerra esperan destruirlo de una vez por todas.
Uno, que, como yo enuncié, Hitler, ese inculto elemental, por intuición natural y hasta en contra de la opinión técnica de Schacht,
ha instaurado un sistema económico de tipo peligrosísimo. Analfabeto en
toda teoría económica, obedeciendo solo a la necesidad, eliminó, como
nosotros hicimos en la URSS, a la Finanza Internacional y a la privada.
Es decir, recobró para sí el privilegio de fabricar moneda, no solo
física, sino la financiera; tomó la máquina intacta de la falsificación y
la hizo funcionar en beneficio del estado. Nos aventajó, porque
nosotros la suprimimos en Rusia y no se ha sustituido aún más que con
ese grosero aparato llamado capitalismo de estado; fue un triunfo muy
caro pagado a la necesaria demagogia prerrevolucionaria. Estas son las
dos realidades comparadas. Hasta favoreció la suerte a Hitler, se halló
casi exhausto de oro, por lo cual no cayó en la tentación de crear su
“patrón”. Como solo disponía por toda garantía monetaria de la técnica y
del trabajo colosal de los alemanes, técnica y trabajo fueron su
“encaje oro”…, algo tan genuinamente contrarrevolucionario, que, ya lo
ve usted, suprimió radicalmente aquel paro de más de siete millones de
técnicos y obreros como por arte de magia.
G. Por el rearme acelerado.
R. ¿Qué más da su objeto?… Si Hitler ha llegado a eso en contra de todos
los economistas burgueses que lo rodean, sería muy capaz, sin peligro
de guerra, de aplicar su sistema a la producción de paz. ¿Es usted capaz
de suponer lo que sería ese sistema contagiando a un número de naciones
y llevándolas a formar un ciclo autárquico? Por ejemplo, a la
Commonwealth. Imagínelo en función contrarrevolucionaria, si es usted
capaz. El peligro no es inminente aún, porque hemos tenido la suerte de
que, no habiendo instaurado Hitler su sistema sobre ninguna teoría
precedente, sino empíricamente, no se ha formulado de manera científica.
Es decir, que, como él no ha discurrido por ningún proceso racional
deductivo, no hay ni siquiera tesis científica, ni se formuló doctrina.
Pero el peligro está latente, porque puede surgir en cualquier instante
una formulación gracias a la deducción. Esto es muy grave… Mucho más que
todo lo espectacular y lo cruel del Nacional-Socialismo. Nuestra
propaganda no lo ataca, porque con la controversia teórica podríamos
nosotros mismos provocar la formulación y la sistematización de tan
decisiva doctrina económica contrarrevolucionaria. Solo hay un recurso:
la guerra.
G. ¿Y el segundo motivo?
R. Si triunfó el Termidor
de la Revolución soviética fue por la existencia de un nacionalismo
ruso anterior. Sin tal nacionalismo, hubiera sido imposible el
bonapartismo. Y si ocurrió así en Rusia, donde el nacionalismo solo era
embrionario, personal, el Zar, ¿qué obstáculo no hallara el marxismo en
el nacionalismo en plena forma de la Europa occidental?... Marx llegó a
equivocarse respecto a la prelación del triunfo revolucionario. No
triunfó el marxismo en la nación más industrializada, y sí en la Rusia
casi carente de proletariado. Se debe nuestro triunfo aquí, entre otros
motivos, a que Rusia carecía de un nacionalismo verdadero y las demás
naciones lo tenían en su pleno apogeo. Véase cómo resurge en ellas con
esa potencia extraordinaria del fascismo y cómo se contagia. Comprenderá
que, sin mirar si hoy ha de beneficiar a Stalin, la yugulación del
nacionalismo en Europa bien merece una guerra.
G. En resumen: ha expuesto usted Rakovsky, una razón económica y una razón política, ¿cuál es la tercera?
R. Es fácil de adivinar. Tenemos una razón religiosa. Sin abatir al
Cristianismo superviviente le ha de ser imposible triunfar al Comunismo.
La Historia es elocuente: costó a la Revolución permanente dieciséis
siglos lograr su primer triunfo parcial, al provocar la primera escisión
de la Cristiandad. En realidad, el Cristianismo es nuestro único
enemigo, porque lo político y económico en las naciones burguesas tan
solo es su consecuencia. El Cristianismo, rigiendo al individuo, es
capaz de anular por asfixia la proyección revolucionaria del estado
neutral, laico o ateo, y, como vemos en Rusia, hasta lograr crear ese
nihilismo espiritual que reina en las masas dominadas, pero aún
cristianas; obstáculo no superado aún en veinte años de marxismo.
Concedemos a Stalin que no ha sido bonapartista en lo religioso.
Nosotros no hubiéramos hecho ni más ni otra cosa que él… ¡Ah!..., si
Stalin también se atreve como Napoleón a cruzar el Rubicón del
Cristianismo, su nacionalismo y su potencia contrarrevolucionaria se
habría multiplicado por mil. Y sobre todo, si así fuera, una
incompatibilidad tan radical hubiera hecho imposible toda coincidencia
entre nosotros y él, aunque fuera temporal y objetiva… como la que ya
debe usted ver que ante nosotros se perfila.
G. En efecto, mi opinión personal es que ha definido usted los tres
puntos fundamentales sobre los cuales pudiera trazarse la línea de un
plan… Esto es cuanto hasta el momento le concedo. Pero le ratifico mis
reservas mentales, exactamente, la incredulidad absoluta mía sobre
cuanto ha expuesto en el terreno de hombres, entidades y hechos. Pero,
en fin, sugiera ya de una vez las líneas generales de su plan.
R. Sí, ahora sí, es el momento. Solo una salvedad previa: que yo hablo
bajo mi propia responsabilidad. Yo respondo de interpretar en los tres
puntos precedentes el pensamiento de “Ellos”, pero admito que “Ellos”
pueden estimar más eficaz a los tres fines propuestos un plan de acción
actual totalmente distinto al que voy a sugerir. Tenga esto en cuenta.
G. Se tendrá. Diga ya.
R. Simplifiquemos. Carente ya del objeto para el que fue creada la
potencia militar alemana –darnos el Poder en la URSS-, ahora se trata de
lograr una inversión de frentes; dirigir del oriental al occidental el
ataque hitleriano.
G. Exactamente. ¿Ha pensado en un plan práctico de realización?
R. Sobraban muchas horas en la Lubianka. He pensado. Vea usted:Si lo
difícil ha sido entre nosotros hallar un punto de coincidencia, y lo
demás ha fluido de manera natural, el problema se reduce a descubrir
algo donde Stalin y Hitler coincidan también.
G. Sí, pero reconocerá que es todo un problema.
R. No tan insoluble como cree. En realidad, solo hay problemas
insolubles cuando implican oposición dialéctica subjetiva…y, aún así,
nosotros creemos siempre posible y necesaria la síntesis, superando el
“imposible moral” de los metafísicos cristianos.
G. Vuelve a teorizar.
R. Es en mí necesario por mi disciplina mental. La gran cultura prefiere
venir a lo concreto desde la generalización y no lo contrario. Hitler y
Stalin pueden coincidir, porque, aun siendo muy distintos, son
idénticos en su raíz; si Hitler es un sentimental en grado patológico y
Stalin es normal, ambos son egoístas; ninguno es un idealista, por eso
son ambos bonapartistas, es decir, imperalistas clásicos. Y siendo así,
ya es fácil una coincidencia entre ambos…¿Por qué no si también fue
posible entre una Zarina y un Rey prusiano?...
G. Rakovsky, es usted incorregible…
R. ¿No adivina?... Si Polonia hizo coincidir a Catalina y a Federico,
cada uno modelo del “Zar y del Rey” actual de Rusia y Alemania, ¿por qué
no puede Polonia ser causa de coincidencia entre Hitler y Stalin? La
línea histórica zarista-bolchevique y monárquico-nazi así como la
personal de Hitler y Stalin pueden coincidir en Polonia. La nuestra, la
de “Ellos”, también: es una nación cristiana y, para mayor agravante,
católica.
G. ¿Y dada la triple coincidencia?...
R. Si hay coincidencia, es posible un acuerdo.
G. ¿Entre Hitler y Stalin? …¡Absurdo! ¡Imposible!
R. No hay absurdos ni tampoco imposibles en política.
G. Imaginemos en hipótesis: Hitler y Stalin atacan a Polonia…
R. Permítame interrumpirle: su ataque solo puede provocar esta alternativa: guerra o paz… Debe admitirla.
G. Sí, pero ¿y qué?...
R.
¿Estima usted a Inglaterra y a Francia, con su inferioridad en ejército
y aviación frente a Hitler, capaces de atacar a Hitler y a Stalin
unidos?...
G. En efecto, me parece difícil…, a no ser que América…
R.
Deje usted por el momento a los EEUU. ¿Me concede que no puede haber
guerra europea por un ataque de Hitler y Stalin a Polonia?
G. En lógica, no parece muy posible.
R.
En ese caso, el ataque, la guerra, sería casi inútil. No provocaría la
destrucción de las naciones burguesas entre sí, la amenaza hitleriana
contra la URSS, realizando el reparto de Polonia, seguiría subsistiendo,
teóricamente más, porque ni tierra ni materias primas necesita la URSS
para fortalecerse más y Alemania sí.
G. Está bien visto…; pero no parece haber otra solución.
R. Sí hay solución.
G. ¿Cuál?
R. Que las democracias ataquen y no ataquen al agresor.
G. ¡Desvaría usted!... Atacar y no atacar a la vez…, eso sí que es un imposible absoluto.
R.
¿Cree usted?... Serénese… ¿No serían dos los agresores?... ¿No hemos
convenido que no se producirá el ataque, precisamente por ser dos?...
Bien… ¿qué inconveniente hay para que solo ataquen a uno de los dos?...
G. ¿Qué quiere usted expresar?...
R. Sencillamente, que las democracias solo declaran la guerra a un agresor; precisamente a Hitler.
G. Solo es una hipótesis gratuita.
R.
Hipótesis, pero gratuita no. Reflexione usted: toda nación que debe
luchar contra una coalición de estados enemigos tiene como su máxima
aspiración estratégica el batirlos separadamente, uno a uno. Es regla
tan conocida y racional, que sobra toda demostración. Pues bien: esa
oportunidad, convendrá usted conmigo, no hay ningún inconveniente de
brindarla. Con que Stalin no se sienta ofendido con el ataque a Hitler
y/o se una con él, creo resuelta la cuestión. ¿No es así?... Además, la
geografía lo impone y, por tanto, la estrategia. Por estúpidas que
fueran Francia e Inglaterra pretendiendo luchar a la vez contra dos
potencias, una de las cuales quiere ser neutral y la otra por sí sola ya
es mucho adversario para ellas… ¿por dónde iban ellas a realizar el
ataque contra la URSS?... No tienen frontera, si no la atacan por el
Himalaya… Sí, queda la frontera aérea…; pero, ¿con qué y desde dónde
podrían atacar a Rusia?... Están en inferioridad en el aire frente a
Hitler. Todo esto que arguyo no es ningún secreto, es demasiado público.
Como ve, todo se simplifica mucho.
G. Sí, circunscribiendo el
conflicto a las cuatro potencias parecen lógicas sus deducciones, pero
no son cuatro sino muchas, y la neutralidad no es cosa muy fácil en una
guerra de tal envergadura.
R. Desde luego, pero la posible
intervención de más naciones no modifica la correlación de fuerzas. Haga
su balance mental y verá cómo subsiste el equilibrio aunque intervengan
más o todas las naciones europeas. Además, y esto es lo importante,
ninguna otra nación que pudiera entrar en la guerra junto a Inglaterra y
Francia les podría quitar a ellas la dirección; por tanto, seguirán
siendo válidas las razones que les impidan atacar a la URSS.
G. Olvida usted a los EEUU.
R.
Ya verá usted cómo no los olvido. Limitándome a estudiar su función en
el programa previo que ahora nos ocupa, le diré que América no podrá
obligar a que ataquen Francia e Inglaterra simultáneamente a Hitler y a
Stalin. Para lograrlo tendrían los EEUU que entrar en la guerra desde el
primer día. Y ello es imposible. Primero, porque América no ha entrado
ni entrará jamás en una guerra si no es agredida. Pueden sus dirigentes
lograr que sean agredidos cuando les convenga. Esto se lo concedo.
Cuando no ha tenido éxito la provocación y el enemigo la ha encajado, la
agresión ha sido inventada. En su primera guerra internacional, la
guerra contra España, cuya derrota no era dudosa, ya fingieron la
agresión, o se la fingieron “Ellos”. En el 1914, tuvo éxito la
provocación. Se discutirá técnicamente si la hubo, es cierto; pero es
regla sin excepción que quien comete agresión sin convenirle, la comete
por provocación. Ahora bien; esta magnífica táctica americana, que yo
aplaudo, se subordina siempre a una condición: a que la agresión ocurra
“oportunamente”, cuando conviene al agredido, a los EEUU; es decir,
cuando están militarmente armados. ¿Estamos hoy en ese caso?...
Evidentemente no. América tiene hoy poco más de cien mil hombres en
armas y una mediocre aviación militar; solo posee una respetable
escuadra…, pero comprenderá que no podría convencer con ella a los
aliados para un ataque a la URSS, cuando Inglaterra y Francia en lo
único que tienen superioridad es en el mar. He vuelto a demostrar que no
puede haber por ese lado alteración en la correlación de fuerzas en
presencia.
G. Aún admitido, explíqueme la realización técnica.
R.
Como ha visto, dada la coincidencia de intereses entre Stalin y Hitler
para su ataque a Polonia, todo se reduce a lograr formalizar la
coincidencia y a pactar su doble agresión.
G. ¿Y lo cree usted cosa muy fácil?...
R.
Sinceramente, no. Sería necesaria una diplomacia más experta que la
staliniana. Tendría que hallarse en servicio la que ha decapitado Stalin
o la que se pudre ahora en la Lubianka. Litvinov,
en pasados tiempos, con ciertas dificultades, hubiera sido capaz,
aunque su raza hubiera sido un gran handicap para tratar con Hitler;
pero ahora es un hombre acabado, lo consume un pánico espantoso, le
tiene un miedo cerval, más que a Stalin a Molotov. Todo su talento está
embargado en lograr que no lo crean trotskista… Oír él que debería
iniciar una aproximación a Hitler, sería tanto como decirle que
fabricase por sí mismo la prueba de su trotskismo. No veo el hombre
capaz; desde luego, debería ser un ruso puro. Yo me ofrecería para
orientar. De momento, sugiero que quien inicie las conversaciones, que
deberán ser en un terreno estrictamente confidencial, derroche
sinceridad… Solo con la verdad, dado el muro de prejuicios existente, se
podrá engañar a Hitler.
G. Vuelvo a no entender su lenguaje paradójico.
R.
Perdone, pero solo en apariencia lo es; me obliga la síntesis a ello.
Quería decir que debe jugarse limpio con Hitler en lo concreto e
inmediato. Hay que demostrarle que no se trata de una jugada de
provocación para envolverle en una guerra de dos frentes. Por ejemplo,
se le puede prometer y demostrar en el momento pertinente que nuestra
movilización se limitará solo a las pocas fuerzas necesarias para la
invasión de Polonia, que, en realidad, serán pocas. Nuestro dispositivo
real deberá situar sus gruesos dispuestos a repeler una supuesta
agresión anglo-francesa. Stalin deberá ser espléndido en los
abastecimientos previos que Hitler solicite, principalmente en petróleo.
Esto es lo que se me ocurre de momento. Surgirán mil cuestiones más del
mismo género, que deberán ser resueltas dando a Hitler la seguridad
práctica de que solo vamos a tomar nuestra parte de Polonia. Y como así
ha de ser en el orden práctico, será engañado con la verdad.
G. Pero en ese caso, ¿dónde se halla el engaño?...
R.
Le dejo unos instantes para que usted mismo descubra dónde se halla el
engaño a Hitler. Antes quiero subrayar, y usted debe anotarlo, que hasta
el instante yo he dibujado un plan lógico, normal, por el cual se puede
llegar a conseguir que se destruyan entre sí las naciones capitalistas,
haciendo chocar a sus dos alas, a la fascista contra la burguesa. Pero,
repito, es normal y lógico mi plan. Como ha visto, no intervienen
factores misteriosos ni extraños. En una palabra, no intervienen “Ellos”
para que sea posible su realización… Desde luego, creo adivinar su
pensamiento: está usted pensando en este mismo momento que ha sido
estúpido el haber perdido el tiempo en demostrar la indemostrable
existencia y potencia de “Ellos”, ¿no es así?
G. En efecto.
R.
Séame sincero. ¿De verdad no ve usted su intervención?... Le advierto,
en ayuda de usted, que su intervención existe y es decisiva, tanto, que
la lógica y naturalidad del plan solo es apariencia pura… ¿No los ve a
“Ellos” de verdad?
G. Francamente, no.
R. Es tan solo apariencia la lógica y la naturalidad de mi plan. Lo
natural y lo lógico sería que Hitler y Stalin se destruyeran entre sí.
Una cosa sencilla y fácil para las democracias si su objetivo fuera el
proclamado por ellas, aunque muchos demócratas lo crean, porque les
bastaría con permitirle, fíjese bien, “permitirle”, a Hitler atacar a
Stalin. No me diga que podría vencer Alemania. Si el espacio ruso y la
desesperación de Stalin y los suyos bajo el hacha hitleriana o frente a
la venganza de sus víctimas no era suficiente para lograr que agotasen
la potencia militar de Alemania, ningún obstáculo habría para que las
democracias ayudasen sabiamente, metódicamente a Stalin, si lo veían
flaquear, prolongando su ayuda hasta el total agotamiento de los dos
ejércitos. Esto sí que sería fácil, natural y lógico, si los motivos y
fines de las democracias, que la mayoría de sus hombres creen
verdaderos, fueran una realidad y no lo que son: pretextos. Hay un fin,
un único fin: el triunfo del Comunismo; que no se lo impone a las
democracias Moscú, sino Nueva York; no la “Komintern”,
sino la “Kapintern” de Wall Street… ¿Quién sino sería capaz de imponer a
Europa una contradicción tan patente y absoluta?... ¿Cuál puede ser la
fuerza que la lleve al suicidio total? Solo hay una capaz: el Dinero. El
Dinero es Poder; el único Poder.
G. Seré sincero con usted Rakovski.
Le concedo yo dotes de talento excepcional. Hay en usted una dialéctica
brillante, agresiva, fina; cuando ella le falla, su imaginación tiene
recursos para tender su telón multicolor fingiendo luminosas y claras
perspectivas…; pero todo eso, si me deleita no me basta. Paso a
interrogarle, tal como si yo creyera todo cuanto me ha dicho.
R. Y yo le daré respuesta, con la única condición de que usted no me atribuya ni más ni menos de cuanto yo haya dicho.
G.
Prometido. Afirma usted que “Ellos” impiden e impedirán la guerra
lógica desde un punto de vista capitalista, la guerra germano-soviética…
¿Interpreto bien?...
R. Exactamente.
G. Pero la realidad actual
es que permiten la expansión y el rearme alemán. Esto es un hecho. Ya sé
que, según usted, ello lo motivaba el plan trotskista, fracasado por
las “purgas” hoy; por tanto, ya sin objeto. Frente a la nueva situación,
solo sugiere usted que Hitler y Stalin pacten y se repartan Polonia. Y
yo le pregunto: ¿cómo se nos garantiza de que con pacto o sin pacto, con
reparto o sin reparto, no atacará Hitler a la URSS?
R. No se garantiza.
G. Entonces, ¿para qué hablar más?...
R.
No se precipite usted; la formidable amenaza contra la URSS es
práctica, real. No es hipótesis ni amenaza verbal. Es un hecho, un hecho
que dicta. “Ellos” ya tienen una superioridad sobre Stalin; una
superioridad que no han de abdicar. A Stalin se le brinda solo una
alternativa, una opción; no una plena libertad. El ataque de Hitler se
producirá por sí mismo; nada deben “Ellos” hacer para que se produzca;
tan solo dejarlo a él obrar. Esta es la realidad básica y determinante,
olvidada por usted con su mentalidad muy del Kremlin… Introversión,
señor, introversión.
G. ¿La opción?
R. Se la definiré una vez más,
pero escueta: ser atacado Stalin o realizar el plan que yo he trazado,
haciendo que se destruyan entre sí las naciones capitalistas europeas.
Yo he llamado a esto alternativa; pero, como ve, solo es alternativa
teórica. Stalin se verá obligado, si quiere sobrevivir, a realizar el
plan propuesto por mí, una vez ratificado por “Ellos”.
G. ¿Y si se niega?
R.
Le será imposible. La expansión y el rearme alemán continuarán. Cuando
Stalin lo vea frente a sí, gigantesco, amenazador… ¿qué ha de hacer?...
Se lo dictará su propio instinto de conservación.
G. Solo parece que los acontecimientos se han de realizar según la pauta trazada por “Ellos”.
R.
Y así es. Naturalmente, en la URSS no sucede hoy así, pero tarde o
temprano sucederá igual. No es difícil predecir y hacer realizar algo
cuando ello conviene al que debe realizarlo, en este caso, Stalin, al
que no creemos un suicida. Es mucho más difícil vaticinar e imponer la
ejecución de algo que no conviene a quien lo ha de ejecutar, en este
caso, las democracias. He reservado para este momento concretarle la
verdadera situación. Abdique usted de la idea equivocada de que son
ustedes árbitros en esta situación dada, porque los árbitros son
“Ellos”.
G. “Ellos” una y otra vez… ¿Deberemos tratar con fantasmas?...
R.
¿Son fantasmas los hechos?... Será prodigiosa la situación
internacional, pero no fantasmal; es real y bien real. No es un milagro;
ahí está determinada la política futura… ¿La cree usted obra de
fantasmas?...
G. Pero, vamos a ver; supongamos que se acepta su plan… Algo tangible, personal, deberemos conocer para tratar.
R. ¿Por ejemplo?
G. Alguna persona con representación, con poderes…
R.
¿Y para qué?... ¿Por el placer de conocerlo?... ¿Por el placer de
hablar?... Tenga en cuenta que la supuesta persona, caso de presentarse,
no les traerá credenciales con sellos ni escudos, ni vestirá casaca
diplomática, por lo menos, la de “Ellos”; cuando diga o prometa, cuando
pacte, no tendrá ningún valor, jurídico ni contractual… Comprenda que no
son “Ellos” un estado; son lo que fue la Internacional antes del 1917;
lo que aún es ella oficialmente: nada y todo a la vez. Imagínese usted a
la URSS tratando con la Masonería, con una organización de espionaje,
con los comitulgis, macedonios o con los ustachis coatas… ¿Habría nada
oficial, escrito jurídicamente contractual?... Esos pactos, como el de
Lenin con el Estado Mayor alemán, como el de Trotsky con “Ellos”, se
realizan sin escritos ni firmas. La garantía única de su cumplimiento
radica en que cumplir lo pactado conviene a los pactantes…, garantía que
es la única real en todo pacto, por grande que sea su solemnidad.
G. En ese caso, ¿cómo empezaría usted?
R. Sencillamente, yo empezaría mañana mismo a sondear Berlín…
G. ¿Para convenir el ataque a Polonia?
R.
Yo no empezaría por ahí… Me mostraría transigente, algo desengañado de
las democracias, aflojaría en España… Esto sería un hecho alentador;
luego, se aludiría a Polonia. Como usted ve, nada comprometedor; pero lo
suficiente para que los elementos del O.K.W…., los bismarckianos como
se llaman ellos, tengan argumentos para Hitler…
G. ¿Nada más?
R. Por el momento, nada más; ya es una gran tarea diplomática.
G.
Francamente, dadas las ideas reinantes hasta el momento en el kremlin,
yo no creo que nadie se atreva hoy a sugerir siquiera un viraje tan
radical en la política internacional. Yo le invito, Rakovski, a
sustituirse mentalmente en la persona que deba decidir en el Kremlin…
Sin más que sus revelaciones, sus razones, sus hipótesis y sus
sugerencias…, me concederá que nadie puede convencerse. Yo mismo, que le
he oído a usted, que, no debo negarlo, he sufrido su gran sugestión
verbal y personal, ni por un momento me he sentido bajo la tentación de
considerar prácticamente lo de un pacto germano-soviético.
R. Los acontecimientos internacionales obligarán con fuerza incontrastable…
G.
Pero será perder un tiempo precioso. Discurra usted algo tangible, algo
que yo pueda presentar como prueba de veracidad… De lo contrario, yo no
me atreveré a elevar el informe de nuestra conversación; lo redactaré
con toda fidelidad, pero irá él a dormir en un archivo del Kremlin…
R.
¿Bastaría para la toma de consideración que alguien, aunque fuese
extraoficialmente, hablase con alguna persona de categoría?...
G. Sería, según creo, algo sustancial.
R. Mas… ¿con quién?...
G.
Solo es mi opinión personal, Rakovski, habló usted de personas
concretas, de grandes financieros; si mal no recuerdo ha citado usted
algún Schiff, por ejemplo; también citó a otro que les sirvió de enlace
con Hitler para su financiación. Habrá también políticos o personas de
rango que sean uno de “Ellos” o, si quiere, que les sirvan. Alguno así
podrá servirnos para iniciar algo de tipo práctico… ¿No sabe usted de
nadie?...
R. Yo no veo la necesidad… Reflexione: ¿de qué van ustedes a
tratar?... del plan que yo sugiero seguramente, ¿no?... ¿Para qué?...
En ese plan, por ahora, nada tienen “Ellos” que hacer; su misión es “no
hacer”… Por tanto, ninguna acción positiva pueden ustedes convenir ni
exigir… Recuerde, medite bien.
G. Aún siendo así, nuestro estado de
opinión personal impone la necesidad de una realidad, aunque sea
innecesaria… Un hombre cuya personalidad haga verosímil el poder que
usted les atribuye a “Ellos”.
R. Le complaceré, aún convencido de la
inutilidad. Ya le dije que yo ignoro quién son “Ellos”. Con seguridad,
por habérmelo dicho persona que debía saberlo.
G. ¿Quién?
R.Trotsky. Por habérmelo dicho Trotsky, solo sé que uno de “Ellos” fue Walter Rathenau, el de Rapallo.
Vea usted al último de “Ellos” que ocupa un poder político y público,
cómo es él quien rompe el bloqueo económico de la URSS, a pesar de ser
él uno de los más grandes millonarios.
Desde luego, lo fue Lionel Rothschild.
Con seguridad no puedo decirle más nombres. Ahora sí, puedo nombrar
muchos más, cuya personalidad y hechos me los definen coincidentes con
“Ellos”, que manden u obedezcan esos hombres es algo que no puedo yo
afirmar.
G. Dígame algunos.
R. Como entidad, la banca Kuhn, Loeb y
Cª, de Wall Street; dentro de esta casa está la familia Schiff,
Warburg, Loeb y Kuhn; digo familia, al señalar diferentes apellidos,
porque se hallan todos enlazados por matrimonios entre sí, Baruch
Frankfurter, Altschul, Cohen, Benjamín; Straus, Steinhardt, Blum,
Rosemman, Lippmann, Lehman, Dreifus, Lamont, Rothschild, Lord; Mandel,
Morgenthau, Ezechiel, Lasky… Supongo que serán suficientes nombres; si
atormento más mi memoria podría recordar más; pero, repito, yo no sé
quién puede ser uno de “Ellos” y ni siquiera puedo afirmar que
necesariamente alguno lo es; quiero salvar toda mi responsabilidad. Pero
sí creo firmemente que cualquiera de los dos citados por mí, aún no
siéndolo, haría llegar a “Ellos” una proposición de tipo sustancial.
Desde luego, tanto si se acierta o no en la persona, no debe esperarse
una respuesta directa. La contestación la darán los hechos. Es una
táctica invariable, que respetan y hacen respetar. Por ejemplo, si
ustedes deciden hacer una gestión diplomática, no deberán emplear un
lenguaje personal, dirigido a “Ellos”; limítese a expresar una
reflexión, una hipótesis racional, subordinada a incógnitas precisas.
Luego solo resta esperar.
G. Comprenderá que no tengo ahora un
fichero para identificar a todas las personas que usted ha mencionado;
pero supongo que deben hallarse muy lejos. ¿Dónde?...
R. La mayoría, en los EEUU.
G.
Comprenderá que si decidiéramos una gestión invertiríamos en ella mucho
tiempo. Y hay urgencia, una urgencia no nuestra, sino de usted,
Rakovski…
R. ¿Mía?...
G. Sí, de usted; recuerde que su proceso ha
de celebrarse muy pronto. Yo no lo sé, pero no creo aventurado suponer
que si lo tratado aquí pudiera interesar al Kremlin, convendría
interesarlo antes de que usted compareciera ante el Tribunal, sería cosa
muy decisiva para usted. Creo que, por su propio interés, debe
brindarnos algo más rápido. Lo esencial es lograr, mejor en días que en
semanas, una prueba de que usted ha dicho algo de verdad. Yo creo que si
brindase usted esto casi le podría dar seguridades relativamente
grandes de salvar la vida… De otra manera no respondo de nada.
R. En fin, me aventuraré. ¿Sabe usted si está en Moscú Davies?... Sí, el embajador de EEUU.
G. Sí, creo que sí, debe haber vuelto.
R. Sería un conducto.
G. Creo que, si es así, debió usted empezar por ahí.
R. Solo un caso extraordinario creo que me autoriza, contraviniendo reglas, a usar un conducto oficial.
G. Entonces, podemos pensar que el Gobierno americano se halla detrás de todo eso…
R. Detrás no; bajo eso…
G. ¿Roosevelt?...
R. Yo qué sé. Tan solo puedo inducir. Sigue usted con su manía del
espionaje novelístico. Yo le podría fabricar para complacerle toda una
historia; me sobra imaginación, datos y hechos verdaderos para darle
apariencia de verdad rayando en la evidencia. ¿Pero no son más evidentes
los hechos públicos?... Y ponga usted con su imaginación el resto si le
place. Vea por sí mismo. Recuerde aquella mañana del día 24 de octubre
de 1929. Un
tiempo llegará en que será para la Historia de la Revolución un día más
importante que el de octubre de 1917. El día 24 es el crack de la Bolsa
de Nueva York; principio de la llamada “depresión”, auténtica
Revolución. Los cuatro años de Hoover
son de avance revolucionario: doce a quince millones de parados. En
febrero de 1933 es el último golpe de la crisis con el cierre de los
Bancos. Más no pudo hacer la Finanza para batir al “americano clásico”,
aún encastillado en su reducto industrial, y esclavizado económicamente a
Wall Street… Sabido es que todo empobrecimiento de la economía, sea
social o animal, es un florecer de lo parasitario y la Finanza es el gran parásito.
Pero aquella Revolución americana no tenía solo el fin usurario de
acrecentar el Poder del Dinero, ambicionaba más. El Poder del Dinero,
aunque poder político, solo se había ejercido de manera indirecta, y
ahora debían convertirlo en un poder directo. El hombre a través del
cual lo ejercían sería Franklin Roosevelt.
¿Ha comprendido?... Anote usted esto: en este año de 1929, el año
primero de la Revolución Americana, en febrero, sale Trotsky de Rusia;
el crack es en octubre… La financiación de Hitler es acordada en julio
de 1929. ¿Cree usted todo casual?... Los cuatro años de Hoover son los
empleados en preparar la toma del poder en EEUU y en la URSS, allí, por
medio de la Revolución Financiera; aquí, por la guerra y el derrotismo
subsiguiente… ¿Tendrá más evidencia para usted una buena novela
imaginativa?... Comprenderá que un plan de tal envergadura requería un
hombre excepcional rigiendo el Poder Ejecutivo en EEUU, destinados a ser
la fuerza organizadora y decisiva: ese hombre fue Franklin y Eleanor
Roosevelt, y permítame decirle que ese ser bisexual no es ninguna
ironía… Había que huir de posibles Dalilas.
G. Roosevelt ¿uno de “Ellos”?
R.
Yo no sé si es uno de “Ellos” o si solo les obedece a “Ellos”… ¿Qué más
da?... Lo creo consciente de su misión, pero no puedo afirmar si
obedecerá por chantaje o si será uno del Mando; pero es cierto que
cumplirá su misión, realizará la acción a él asignada con toda
fidelidad. No me pregunte más, que yo no sé más.
G. En caso de que se decidiera dirigirse a Davies, ¿qué forma sugiere?...
R. Primeramente, deben elegir la persona… Un tipo así como el “barón”; él podría servir… ¿Vive aún?...
G. No lo sé.
R.
Bien, queda la persona para vuestra elección. Deberá mostrarse vuestro
enviado confidencial e indiscreto, mejor como cripto-oposicionista. La
conversación será llevada con habilidad hacia la situación
contradictoria en que las llamadas democracias europeas colocan a la
URSS con su alianza contra el Nacional-Socialismo. Es aliarse con el
Imperialismo británico y francés, un imperialismo real, actual, para
destruir a un imperialismo potencial… Un eslabón verbal servirá para
engarzar la falsa posición soviética con una idéntica de la democracia
americana… También ella, por defender una democracia interior en Francia
e Inglaterra, se ve impelida a sostener un imperialismo colonial… Como
usted ve, puede plantearse la cuestión sobre una base lógica fortísima…
De ahí a formular hipótesis de acción es facilísimo. Primera: que ni a
la URSS ni a los EEUU les interesa el imperialismo europeo, ya que la
disputa se reduce a una cuestión de dominio personal. Que ideológica,
política y económicamente, conviene a Rusia y a América la destrucción
del imperialismo colonial europeo, sea directo o indirecto. Más aún a
los EEUU. Si Europa perdiera en una nueva guerra toda su fuerza,
Inglaterra, que no la tiene propia y sí como nación hegemónica europea,
desaparecida Europa como potencia, su imperio de habla inglesa, en un
solo día, vendría a gravitar a los EEUU, como es política y
económicamente fatal… Vea lo que usted empezó a escuchar bajo aquel
aspecto de conspiración siniestra, como puede ser dicho sin escandalizar
a cualquier inefable burgués americano. Al llegar aquí, puede hacerse
un paréntesis de días. Luego, vista la reacción, se debe avanzar más.
Hitler está lanzado; puede ser imaginada cualquier agresión, él es un
agresor integral, no cabe equivocación… Y pasar a interrogar: ¿Qué
actitud común deberían adoptar EEUU y la URSS frente a una guerra a la
luz de que, bajo cualquier motivo, será siempre una guerra entre
imperialistas que poseen e imperialistas que ambicionan?... Si la
respuesta es neutralidad, nuevo argüir. Sí, neutralidad, pero ser
neutral no depende solo de la voluntad de uno, depende también del
agresor… Solo puede existir la seguridad de ser neutral cuando al
agresor no le conviene o no puede agredir. A tal fin, lo infalible es
que el agresor ataque a otra nación; evidentemente, a otra nación
imperialista… De ahí a pasar, por razón de seguridad, a sugerir la
necesidad y la moralidad de que si el choque no se produce por sí mismo
entre los imperialistas, debe ser provocado, ha de resultar facilísimo…
Y, aceptado en teoría, como se aceptará, concertar prácticamente las
acciones es ya pura mecánica. He aquí el índice:
1 Pacto con Hitler para repartirse Checoslovaquia o Polonia; mejor ésta.
2 Hitler aceptará. Si él es capaz del bluf en su juego de conquista, tomar algo en unión de la URSS lo creerá, infalible garantía de que las democracias transigirán. No puede creer él en sus amenazas verbales, sabiendo, como lo sabe, que los belicistas son a la vez desarmistas y que su desarme es real.
3 Las democracias atacarán a Hitler y no a Stalin; dirán a las gentes que, aún siendo igualmente culpables de agresión y reparto, la razón estratégica y logística les impone el batirlos por separado. Primero, Hitler, luego Stalin.
G. ¿Y no nos engañarían con la verdad?...
R.
¿Y cómo?... ¿Es que no queda Stalin en libertad de ayudar en la medida
necesaria a Hitler?... ¿No dejamos en sus manos el prolongar la guerra
entre los capitalistas hasta el último hombre y hasta la última
libra?... ¿Con qué lo iban a poder atacar?... Ya tendrían suficiente las
naciones agotadas de Occidente con la Revolución comunista interior,
que triunfaría…
G. Pero ¿y si Hitler triunfase rápidamente?... ¿Y si movilizase, como Napoleón, a toda Europa contra la URSS?
R.
¡Es increíble!... Olvida usted la existencia de los EEUU; desecha usted
el factor potencia más importante… ¿No es natural que América, imitando
a Stalin, ayude por su parte a las naciones democráticas? Concertar
“contra el reloj” las dos ayudas a los dos bandos combatientes asegura
infaliblemente la duración indefinida de la guerra.
G. ¿Y el Japón?
R.
¿No tiene ya bastante con China?... Que le garantice Stalin su “no
intervención”. Los japoneses son muy dados al suicidio, pero no tanto
que sean capaces de atacar a la URSS y a China a la vez. ¿Más
objeciones?...
G. No, si de mí dependiera probaría… Pero… ¿cree usted que el embajador?...
R.
Creer, sí creo. No me han dejado hablar con él; pero fíjese usted en un
detalle: el nombramiento de Davies se hace público en noviembre del 36;
debemos suponer que Roosevelt pensó y gestionó mandarlo mucho antes,
todos sabemos los trámites y el tiempo que requiere dar estado oficial
al nombramiento de un embajador, más de dos meses. Debió ser acordado su
nombramiento allá por agosto… ¿Y qué pasa en agosto?... Que son
fusilados Zinoviev y Kamenev.
Yo juraría que su nombramiento solo tiene como fin el articular de
nuevo la política de “Ellos” con la de Stalin. Sí, lo creo firmemente.
Con qué ansiedad ha debido ir viendo caer uno tras otro a los jefes de
la Oposición en las purgas sucesivas… ¿Sabe usted si asistió al proceso
de Radek?...
G. Sí.
R. ¿Lo ve usted?... Háblenle. Se halla esperando desde hace muchos meses.
G. Por esta noche, debemos terminar; pero antes de separarnos quiero
saber algo más. Supongamos que todo es verdad y que se realiza con pleno
éxito. “Ellos” impondrán ciertas condiciones. ¿Adivina cuáles puedan
ser?...
R. No es difícil suponerlas. La primera será que cesen las
ejecuciones de comunistas; es decir, de trotskistas, como ustedes
llaman. Se impondrá, desde luego, fijar unas zonas de influencia… ¿cómo
diría yo?..., los límites que han de separar al comunismo formal del
comunismo real. En lo esencial, no será más. Habrá compromisos de ayuda
mutua durante el tiempo que dure la realización del plan. Verá usted,
por ejemplo, la paradoja de que una muchedumbre de hombres, enemigos de
Stalin, le ayuden; no, no serán proletarios precisamente, no serán
espías profesionales… En todos los rangos de la sociedad, por muy altos
que sean, surgirán hombres valiosos, que ayudarán a este comunismo
formal staliniano cuando pase a ser, si no comunismo real, un comunismo
objetivo… ¿Me ha comprendido?...
G. Un poco; pero envuelve usted la cosa con tan oscuro casuismo…
R.
Si hemos de terminar, solo así puedo expresarme. Veamos si puedo aún
ayudarle a comprender. Sabido es que se ha llamado hegeliano al
Marxismo. Así fue reducida la cuestión a la vulgaridad. El idealismo
hegeliano es la vulgar adaptación a la grosera inteligencia occidental
del misticismo naturalista de Baruch Spinoza.
“Ellos” son spinozistas; acaso sea lo inverso y que el spinozismo sea
“Ellos”, siendo aquél solo versión adecuada para la época de la propia
filosofía de “Ellos”, muy anterior y superior… En fin, Marx, hegeliano
y, por tanto, spinozista, fue infiel a su credo, pero solo
temporalmente, tácticamente. No es, como el Marxismo propugna, por el
aniquilamiento de un contrario el devenir de la síntesis. Es por
integración superadora de tesis y antítesis como la síntesis se hace una
realidad, una verdad, en un acorde final de lo subjetivo y objetivo.
¿No lo ve usted ya?... En Moscú Comunismo; en Nueva York Capitalismo.
Igual a tesis y antítesis. Analice ambas. Moscú: Comunismo subjetivo y
Capitalismo objetivo, Capitalismo de estado. Nueva York: Capitalismo
subjetivo y Comunismo objetivo. Síntesis personal, real, verdad: Finanza
Internacional, capitalismo-comunista. “Ellos”.
Fin del interrogatorio de seis horas.
Algún tiempo después del interrogatorio Gabriel explicó al doctor Landovski lo siguiente:
G.
Quiénes son “Ellos” fijamente no lo sabemos; pero hasta el momento, se
han comprobado muchas cosas de las dichas por Rakovsky; por ejemplo, es
cierta la financiación de Hitler por banqueros de Wall Street. Esto es
verdad, y mucho más. Todos estos meses que no le he visto a usted los
dediqué a investigar sobre el informe de Rakovski. Ciertamente, no he
podido identificar qué personas puedan ser tan estupendos personajes,
pero sí la existencia de una especie de entorno de personalidades
financieras, políticas, científicas y hasta eclesiásticas con rango,
riquezas, poder y situación, cuya posición auténtica, considerada en su
efecto, mediato casi siempre, resulta, por lo menos, extraña,
inexplicable a la luz de un razonamiento vulgar…, porque, realmente,
tienen con la idea comunista gran afinidad; claro es, con una idea del
comunismo muy particular… Más eliminadas todas esas cuestiones de matiz,
línea y perfil, objetivamente, como diría Rakovski, plagiando a Stalin,
por acción u omisión hacen Comunismo.
…
L. ¿Y el embajador [Davies]?
G.
Se siguió el consejo de Rakovski casi punto por punto. Nada concreto.
Pero no tuvo repulsa ni se rasgó las vestiduras. Al contrario, mostró
una gran comprensión para todo. No, no es él un enamorado de Inglaterra
ni de Francia… Debe reflejar en ello la secreta opinión de su gran amigo
Roosevelt. Discretamente, aludió a los pasados procesos y hasta llegó a
insinuar cuánto se ganaría en la opinión americana con la clemencia en
el próximo, en el de Rakovski. Como es natural, fue bien observado
durante las sesiones del proceso de marzo. Asistió a todas solo; no le
permitimos llevar ninguno de sus técnicos, para impedir todo “telégrafo”
con los procesados. Él no es diplomático profesional y no debe conocer
ciertas técnicas. Se vio precisado a mirar, queriendo expresar mucho con
los ojos, según nos pareció, y creemos que animó con la mirada a
Rosengolz y al mismo Rakovski. Este último ha confirmado el interés
mostrado en las sesiones por Davies, confesando que, disimuladamente, le
hizo el saludo masónico. Aún hay una cosa más extraña y que no puede
ser falsa. El día 2 de marzo, en la madrugada, se recibió un radio de
una estación muy potente, pero ignorada, claro es, del Oeste, dirigido
al mismo Stalin, que decía: “Clemencia o crecerá la amenaza nazi”.
L. ¿No sería broma o maniobra?...
G. No. El radiograma llegó cifrado con la clave de nuestra propia Embajada en Londres. Comprenderá que es algo muy importante.
L. Pero no ha sido verdad la amenaza.
G.
¿Cómo que no?… El día 12 de marzo terminaban los debates en el Tribunal
Supremo, y a las nueve de la noche se retiraba el tribunal a deliberar.
Pues bien, aquel mismo día 12 de marzo, a las 5:30 de la mañana, Hitler
había dado orden de avanzar a sus divisiones acorazadas sobre Austria.
Naturalmente, fue un paseo militar, y Europa entera guardó un silencio
sepulcral… Dígame sinceramente: ¿había motivos para meditar?..., o
¿debíamos ser tan estúpidos que creyésemos los saludos de Davies, el, el
radiograma, la clave, la coincidencia de la invasión con la sentencia y
el silencio europeo solo casualidad?... No, en efecto, no los hemos
visto a “Ellos”, pero hemos escuchado su voz y hemos entendido su
lenguaje… Por cierto, una voz y un lenguaje demasiado claros.
…
G.
(…) Hace un mes nada más, en primero de octubre, nos han hablado por
segunda vez. No menos alto, no menos claro. Hitler ha tomado parte de
Checoslovaquia. Ahora no hubo silencio en Europa. Ha sido peor:
Inglaterra y Francia, en forma pública, expresa y firmando, dieron su
autorización a Hitler. Aún hay algo más elocuente. Alemania y Polonia se
han unido para morderle a los checos. Ya han cometido juntos un delito.
Esto es lo que más une a los ladrones. Han gustado la carne humana…
“Ellos” nos han demostrado cómo es posible unir a dos, por mucho que se
odien, si la unión es con el fin de saciar un apetito… ¿No pueden haber
querido avisarnos de que con la misma facilidad unirán a Polonia y
Alemania para devorar a la URSS?...
…
¿Se imagina usted qué arma
sería contra Stalin demostrar que él ha pactado con el Führer… ¿Es nadie
capaz de imaginar una explicación inteligible?... Considere nuestro
propio caso. Por causa excepcional, conocemos el origen, razones y
hechos del asunto… ¿Podríamos nosotros dar una explicación
satisfactoria?... Comprenderá la necesidad absoluta de que todo esto sea
un secreto. Un secreto auténtico. Un secreto de uno.
_______________________________________________________
Despues, para asombro del Mundo, Stalin pactó con Hitler el reparto de Polonia.
Cuando se leen los documentos oficiales del Kominter, intentando defender ese pacto ante sus bases, las "explicaciones" resultan ridiculas. Sobre todo a la vista de lo que sucedió después
Reconozco que casi ningún autodenominado Marxista podra comprender todo lo anterior.
Ni siquiera sospechan cuando sus correligionarios, supuestos materialistas y supuestos ateos y supuestos marxistas, levantan monumentos a Satanás
03-21 @AnunnakiBot EL SATANISMO, ¿REEMPLAZO DEL MARXISMO?https://anunnakibot.blogspot.com/2021/07/03-21-anunnakibot-el-satanismo.html
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03-23 @AnunnakiBot EL PARADIGMA MARXISTA ( y el capitalista) https://anunnakibot.blogspot.com/2021/11/03-23-anunnakibot-el-paradigma-marxista.html#more
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